Nacido en Santiago de Compostela en 1955, entró en política en AP. Fue ministro. En el 2000, Aznar le nombró vicepresidente, y, en el 2003, candidato del PP a la presidencia del Gobierno

No cabe duda de que la España de 1976 y la de hoy se parecen muy poco. Tanto que puede afirmarse que estamos ante dos países distintos. En 30 años, España ha cambiado mucho. Hasta el punto de que resulta irreconocible la imagen que proyectaba entonces y la que muestra en estos momentos. En esta evolución ha jugado un papel fundamental la propia sociedad española. Ha sido ella la protagonista de las enormes transformaciones vividas desde 1976 hasta nuestros días. En realidad, las ilusiones y esperanzas que se dibujaban en el horizonte de los españoles hace tres décadas se han cumplido. Somos un país plenamente europeo, una democracia consolidada y un país desarrollado que ha dejado atrás buena parte de los lastres y los complejos que tradicionalmente aquejaban a los españoles. Hoy, España es una sociedad abierta avanzada. Un país occidental que ha logrado materializar los objetivos de libertad, justicia y prosperidad anhelados históricamente por generaciones de españoles. Afortunadamente, esos objetivos forman parte de nuestro día a día, de manera que podemos sentirnos orgullosos de haber podido culminar los retos y superar las dificultades que veíamos por delante tras el fin de la dictadura.

LA CONTRIBUCIÓN de los medios de comunicación en el desarrollo de los cambios vividos estos años ha sido ejemplar. De ello da buena muestra, precisamente, el trabajo realizado por el Grupo Zeta, que ha sabido en todo momento atender con profesionalidad las demandas de la ciudadanía.

Creo no equivocarme si afirmo que los esfuerzos de la transición, así como los aciertos institucionales vinculados al diseño político y territorial nacido con la Constitución han sido determinantes en el éxito de España.

Si en 1976 los españoles no hubieran querido mirar hacia delante y, sobre todo, si no hubieran hecho el esfuerzo colectivo para hacerse entender los unos con los otros, después de los desgarros y desencuentros sufridos en el pasado, a buen seguro que el balance habría sido otro bien distinto. Y es que cuando se cree en lo que se hace y se trabaja llevado por la ilusión y el deseo de entenderse los unos con los otros, resulta muy difícil no hacer que las cosas mejoren.

Algo, precisamente, que en estos momentos ha sido puesto en entredicho debido a la actitud del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero de alterar los consensos básicos alcanzados a lo largo de estos 30 años. Lo hemos visto con su apoyo al Estatuto catalán y con su voluntad de transformar el modelo autonómico del Estado por otro confederal. Lo estamos viendo con su decisión de reabrir las viejas heridas de la guerra civil al promover una ley de la memoria histórica que interpreta políticamente el pasado, o cuando inicia un proceso de negociación con ETA que compromete seriamente los avances en la lucha antiterrorista alcanzados en los últimos años.

CON TODO y con eso, sigo siendo optimista. Creo que nuestro país está en condiciones de superar el escenario que han provocado un Gobierno y un Partido Socialista que no han comprendido que los ciudadanos quieren que sus gobernantes dediquen sus energías a gestionar los problemas que son propios de una sociedad moderna. La agenda de nuestro país tiene que tener un único objetivo: consolidar y mejorar nuestro éxito colectivo, no comprometerlo. Para ello hay que atender retos importantes como la globalización de nuestra economía, la inmigración, la mejora de las infraestructuras, la educación o la investigación. Para el Partido Popular son estas las prioridades. Queremos que el debate político gire alrededor de ellas porque creemos que España tiene por delante un futuro de oportunidades tan importante como el que se abría ante nosotros hace 30 años.

Presidente del Partido Popular