El curso en Secundaria se inició ayer, como no podía ser de otro modo, con división de interpretaciones. Para la Administración autonómica, todo rodó bajó el prisma de la normalidad, mientras sindicatos y padres diferían de esta visión idílica de las primeras horas en las aulas. 34.206 alumnos (22.726 de ESO, 5.525 de Bachillerato y 5.955 de Ciclos Formativos) regresaron ayer a las clases, con una notoria presencia de estudiantes inmigrantes, tal y como viene siendo habitual durante la última década.

Desde la Conselleria de Educación, su titular, Alejandro Font de Mora, destacó sobremanera la nueva Formación Profesional, la histórica hermanita pobre del sistema, que pretende la implicación de las empresas en el modelo formativo con la creación de centros integrados. El objetivo es dignificar una FP demasiadas veces devaluada.

No obstante, un elemento es el que aporta la distinción respecto a otros años: la asignatura de Educación para la Ciudadanía, cuyo debate trasciende la Comunitat Valenciana por la decisión del Consell de impartirla en inglés. De momento, y a la espera de las resoluciones judiciales que han interpuesto diferentes estamentos, la polémica está garantizada durante todo el curso. La última página sobre la materia tardará aun en escribirse... y mientras, políticos de uno y otro signo evidencian su incapacidad para consensuar en el tiempo una política educativa.