El cultivo del olivar representa para algunas de nuestras comarcas una importante función económica y social. Se trata de un cultivo milenario, que es parte esencial de nuestra economía, de nuestros pueblos y que contribuye a mantener un paisaje y a cuidar el medio ambiente.

Más de 33.000 hectáreas en la provincia de Castellón están plantadas de olivos que dentro de poco iniciarán las tareas de recolección. Estamos por tanto ante una nueva campaña del aceite en la que se espera una reducción de la cosecha en nuestras zonas productoras. Cabe recordar que la pasada fue la segunda con una producción más elevada de la historia y que tras un buen ejercicio productivo le sucede el siguiente con menos producción. Si a la vecería unimos adversidades climatológicas, como los vientos de las últimas semanas en el Maestrat, nos da esa menor cosecha.

Menor cosecha no quiere decir que merme la calidad. Al contrario, esta continúa siendo excelente. Nuestra producción de aceite es muy apreciada en los mercados al basarse fundamentalmente en los parámetros de calidad que tanto gustan a los consumidores y en su especialización en unos aceites vírgenes y vírgenes extra. Precisamente los países de la Unión Europea acaban de apoyar una propuesta para obligar a que en las etiquetas del aceite de oliva virgen o virgen extra se indique su país de origen, así como si está mezclado con producto de varios estados. Una medida a nuestro juicio indispensable para garantizar a los consumidores los máximos parámetros de transparencia y trazabilidad.

Paralelamente a la importancia económica tenemos la social. En nuestras zonas de interior abundan los olivos milenarios, que constituyen en su conjunto uno de los más preciados elementos del patrimonio histórico, cultural y vegetal de muchos de los pueblos castellonenses. Desde la Unió de Llauradors, junto a otras entidades, estamos realizando una intensa labor para proteger ese patrimonio.

Delegado provincial de la Unió