Como era de esperar desde la noche electoral del 1 de marzo, el PSE y el PP han alcanzado un "principio de acuerdo" por el cual el líder de los socialistas vascos, Patxi López, se convertirá en lendakari, mientras que un diputado o diputada del PP --se habla de Laura Garrido o de Arantza Quiroga-- presidirá la Cámara vasca en la nueva legislatura. Se confirmará así un histórico vuelco político en Euskadi, que por primera vez desde que rige el Estatuto tendrá un presidente del Gobierno vasco no nacionalista. Sería, no obstante, un gravísimo error ceñir a la aritmética la alternancia en Euskadi. Sobre las espaldas de López va a pesar la responsabilidad de gobernar el País Vasco, un territorio todavía azotado por el terrorismo y que sufre la severa crisis económica general. Es legítimo que el próximo lendakari se apoye en los votos de su partido y en los del PP, pero tiene la obligación de buscar políticas transversales en muchos aspectos para evitar un frentismo --constitucionalistas contra nacionalistas-- que puede fracturar a la sociedad vasca. No lo tiene fácil, pero merece la pena intentarlo. El PNV, el partido más votado y con más escaños (30), pasa a la oposición después de gobernar en el País Vasco desde los inicios del autogobierno. Juan José Ibarretxe tiene ante sí el difícil trance de enfrentarse a una travesía del desierto. Los nacionalistas deben optar entre mantenerlo como jefe del grupo parlamentario u optar por una renovación de resultado incierto.