Peñíscola estaba radiante la Nit de Sant Joan. Una noche bella, mágica, vibrante, gozosa de luna y de agua. Una iniciativa exitosa reinó en este hermoso municipio mediterráneo. Una Batucada multitudinaria, un mar de sonidos y movimiento, un espectáculo participativo y espontáneo. Percusionistas que tomaron la calle contagiando ritmos vertiginosos. Y entre tanto ruido, la cantante Cristina del Valle brilló como una estrella más del firmamento peñiscolano. La luna se llenó de esta música, de esta voz que alumbró la noche con tan solo una canción. La Mora Judía, una letra dedicada a la convivencia cultural, a la solidaridad femenina, a la paz y a la esperanza que se crece en los ojos de millones de mujeres. Es la otra mirada. Y la luna, casi llena, fue sonriendo de plenitud mientras el fuego purificador se llevaba los malos augurios y el mar abrigaba sueños y deseos. Cumplimos todos los ritos de la Nit de Sant Joan, compartiendo un tiempo de magia con la belleza de Peñíscola, orgullosa esa noche de su silueta marítima.

El fuego dejó sus brasas y allí quemamos lo malo, lo que sobra y destruye. Decenas de mensajes engullidos por la llamas. No a la gente mentirosa, no a la intolerancia, a la falta de respeto y de escrúpulos. No a la demagogia y la deslealtad, no a la vanidad y la estafa. No a la manipulación y la censura. No al egoísmo, el autoritarismo y la ignominia. No al ruido de sables, no a la tiranía. No a la violencia, al machismo y a la desigualdad, no a la injusticia social. No a la estupidez. No al cinismo y la hipocresía. No a los que se juzgan a si mismo y se absuelven siendo imputados por graves delitos. No al despilfarro y la corrupción. No a los monstruos que pretenden dirigir nuestras vidas. Quemé lo tanto negativo de esta sociedad. Y soñé en esa noche que otros días, otro tiempo, otro mundo es posible. El reflejo de la luna en el agua abría las puertas a realidades deseadas. A espacios soñados, amados. Y volví a recordar a Saramago. El tiempo no es una cuerda que se pueda medir nudo a nudo, es una superficie oblicua y ondulante que sólo la memoria es capaz de hacer que se mueva y aproxime. H