Querido lector:

Suena bastante a excusa el hecho de ahorrarse una carretera autonómica hasta que otro vial de titularidad estatal sea construido. Es lo que ayer intentó hacer la Conselleria de Infraestructuras que dirige, por poco tiempo ya, el alicantino Mario Flores con la polémica carretera Benicarló-Càlig, que supedita su construcción hasta que no se ejecute la segunda fase de la autovía interior A-7 que tiene que desarrollar el Gobierno central y que lleva varios años de retraso. Un retraso agravado últimamente por los recortes que el Ministerio de Fomento ha planificado que dirige José Blanco a causa de la crisis económica y que ha afectado notablemente a infraestructuras pendientes en la provincia de Castellón como la mentada autovía, la N-340 entre Castellón y Oropesa, la imaginada A-68 de Teruel a Vinarós o incluso el tramo del AVE entre Valencia y Castellón.

Digo que lo intentó porque si no hubiera habido reacción desde Castellón, en este caso por parte del alcalde de Benicarló, Marcelino Domingo, principal impulsor de este proyecto viario, en la Conselleria se habrían quedado tan anchos y tan panchos con el nuevo gol en fuera de juego a las inversiones en la provincia a los que estamos demasiado acostumbrados estos años.

La rectificación llegó a las 24 horas pero ante las protestas benicarlandas. Si no, estoy seguro de que ya tenían la excusa para volver a meter un proyecto más en los cajones sin presupuesto de la Generalitat.

No obstante, lo peor de este asunto no es el intento de engaño, sino lo que demuestra. Una falta de compromiso desde Valencia hacia Castellón impresentable, tónica habitual en los últimos años, que debería corregirse de inmediato con el próximo Consell y por parte de los castellonenses que lo integren.