Pienso que tenía razón San Agustín cuando en un contexto determinado decía aquello de “¿cambias?, luego no eres la verdad”. Pero, no menos razonable es lo que se atribuye a Heráclito respecto a su panta rei, todo pasa, todo fluye: “No se puede sumergir dos veces en el mismo río”, refiriéndose con ello al cambio incesante como condición de la experiencia humana. Es la eterna dialéctica entre la permanencia y el cambio. Quizá la unión de ambas proposiciones arrojaría cierta luz sobre la metáfora del cambio que, especialmente en nuestro mundo y época, se está experimentando en la actualidad. No sé si se trata de un cambio general de mentalidad o de un movimiento social transitorio o de ambas cosas a un tiempo. Pero, estoy seguro de que haberlo, haylo.

Frecuentemente el cambio suele avisar, unas veces con lenguaje cifrado, otras con mayor claridad. El problema es que aparece en un momento dado y en lugar de esperar a que viniera a nosotros, tal vez fuera más eficaz ir a buscarlo. Ha habido, parece, como dirían los ingleses, un cultural lag, un retraso cultural, una reacción tardía en el mundo. Y no es hora de buscar culpables, sino de constatar hechos y hallar soluciones concretas.

Este cambio del que hablamos no es ya tan solo un devenir, un llegar a ser, un estar siendo, sino una transformación de la sociedad en algunas de sus estructuras, aunque ignoro si es así como lo viven sus actores o es muy distinta la filosofía que lo sostiene, si es que la hay. Sabemos, quienes de la vocación hemos hecho nuestra vida, que no da mucho la filosofía para vivir, pero lo que sí nos queda claro es que no se puede vivir sin una filosofía. ¿La hay en esta petición de cambio? Si no la hubiere habría que crearla y fundamentarla. O, en su caso, abandonarla como un proyecto fallido o equivocado. Quizás la cuestión sea mucho más profunda y, como en el vasto mar, solo estemos viendo el agua de la superficie, ignorando el fondo abismal que pueda sustentarla. H