España se enfrenta en pocas semanas al gran desafío de la democracia. Las ciudadanas y los ciudadanos decidirán quién gobernará el país en cuatro años decisivos para acabar con la crisis y recuperar el nivel de bienestar que tuvimos hasta hace poco. Es un momento de enorme responsabilidad, que exige la máxima implicación, en el que es más necesario que nunca contar con líderes dispuestos a afrontar políticas decididas para favorecer a quienes peor lo están pasando.

Y es el momento de reconocer el esfuerzo de los que en los últimos cuatro años se han implicado en buscar soluciones ante los malos momentos de la economía. El Gobierno socialista ha dado la cara siempre por los españoles. No como otros. El PP ha sido insolidario con los más desfavorecidos por la crisis, porque su principal responsabilidad como alternativa al Gobierno tenía que ser la de plantear iniciativas que ayuden a España a ver la luz al fin del túnel. Sin embargo, la actitud de los populares ha sido bien distinta: se ha dedicado a poner palos en las ruedas y dinamitar todas las propuestas de promoción económica que se han planteado.

Aquellos que se han dedicado a impedir la recuperación económica no pueden ser ahora quienes aspiren a gobernar el país. El PP es responsable de no implicarse, de tumbarse a la bartola mientras millones de españoles han engrosado las filas del paro. Estaremos de acuerdo en que la principal responsabilidad es la del Gobierno, porque la ciudadanía puso en sus manos la confianza para sacar el país hacia delante, pero los conservadores Rajoy, Fabra y Bataller no pueden eludir su corresponsabilidad. Han podido trabajar para ayudar a España y han preferido zanganear.

Por eso, los ciudadanos deben hacer un profundo análisis de cuál ha sido el comportamiento de unos y otros en este tiempo. Es el momento de la reflexión. No sería justo dejarse llevar por impulsos viscerales. No es justo premiar a uno por el afán de castigar a otro. Sobre todo, si el que quiere hacerse con el poder viene, además, dispuesto a acabar con el progreso social que queremos disfrutar. No es justo. H