Querido lector:

Alberto Fabra ha sido reelegido líder del PPCV con un claro objetivo plasmado en el mensaje más repetido en su discurso: la renovación hacia un modelo de partido que cierra una época y abre otra basada en la honestidad y la honradez, un reparto más ecuánime de la territorialidad y una clara apuesta por el municipalismo, verdadero resorte del actual PPCV.

A pesar de la pantomima del presidente provincial del PP de Valencia, Alfonso Rus, que ha estado toda la semana adivirtiendo a alcaldes valencianos de que se jugaban las subvenciones si apoyaban al presidente regional, el nuevo PPCV escenificado en el organigrama propuesto con Serafín Castellano como número dos, un vicesecretario general de nueva hornada --el alcalde de Calpe-- y cuatro vicesecretarías muy territorializadas que descentralizan el enfermizo centralismo valenciano reinante hasta ahora, ha obtenido un más que mayoritario apoyo de las bases del 81% de los votos, lo que viene a demostrar varias cosas.

La primera, la buena acogida de una transición ordenada, con profundas dosis de renovación y de cambio como la propuesta por Fabra. La segunda, la lealtad de un partido que llevará en el poder al término de la legislatura 20 años y que no pretende luchas intestinas que desestabilicen sus posibilidades electorales. La tercera, la conciencia de las dificultades de gobierno de los próximos años debido a la crisis económica. La cuarta, el cansancio con unas formas y unos líderes anquilosados en sus reductos de poder, rodeados de sospechas de corrupción, que han recibido bien a las claras el mensaje y que deberán reflexionar sobre su futuro en los próximos congresos regionales. Y quinta, hay un nuevo líder al que no le tiembla el pulso en sus objetivos.