Estaba recordando el Génesis y el Apocalipsis, a la vez, y, ¡cosas de la “serendipia”!, encontré cierta coincidencia o casualidad entre el capítulo que habla de Nimrod al construir la famosa Torre de Babel y milenios más tarde el episodio de Pentecostés. En este último las lenguas de fuego otorgaron a los apóstoles el don de entenderse con todo el mundo; en Babel, la lengua sirvió para la confusión de todos. Parece ser que en el primer caso la comunicación estaba mediatizada por el amor; en el segundo, por la soberbia o el deseo obsesivo de ser como dioses.

Estamos, quizá, ante una transmutación de valores, como quería Nietzsche: “la cultura europea ha llegado a su propia ruina, a la decadencia, hay que liberar al hombre de todos los valores falsos, devolviéndole el derecho a la vida y a la existencia”. Pero, naturalmente, no para incurrir en el nihilismo y en la escala que proponía el filósofo, ya que así se desvalorizan los más altos valores y se constituyen en una fuerza destructora que tambalea la base de la cultura occidental.

En cambio, sí que hay que centrarse en cómo percibimos los valores y en qué contradicciones estaremos incurriendo -hemos incurrido ya irremisiblemente- respecto a flagrantes transgresiones que observamos diariamente y de las que nos informa la prensa. ¿Crisis económicas? Crisis de valores, más bien. Vemos las recomendaciones de necesaria austeridad, y es cierto; pero, observamos con verdadero estupor su contravención: sueldos (¿se puede dar esta denominación?) e indemnizaciones (¿) millonarias a ciertas personas por gestionar --a veces, mal-- entidades. Mal dadas y mal recibidas en un momento en que, como decíamos la semana pasada, en Europa “se pone el sol”. ¿Qué lenguaje hablamos, el de Pentecostés o el de Babel? Ni moral de esclavos ni superhombre, señor Nietzsche: dignidad, solo dignidad para todos, y justicia, también para todos.

Nos reconfortan visiones esperanzadoras, en las que participo modestamente, de un mundo mejor: es necesario que así sea. Lo decía Stevenson hace unos días en Madrid en la conferencia organizada por la VIU: “me niego a creer que la sociedad humana no puede crecer, mejorar y aprender; que no puede asumir el cambio y rehacer mejor el mundo”. H