Tal día como hoy, según la tradición, murió un singular anacoreta oriental, san Antonio Abad, enterrado en Colzim a orillas del Mar Rojo en el año 356, tras 106 años de existencia y más de 80 de estricta vida ascética. Siglos después, en el Sínodo diocesano de Tortosa de 1311, fue instituida esta fiesta oficialmente en nuestra antigua diócesis, aunque, probablemente, ya se celebrara con anterioridad en las comarcas castellonenses.

La verdad es que la popularidad adquirida y generalizada es indiscutible y supera, creemos, en este sentido a cualquier otra. Hoy, hace unos días y esta misma semana un iter ignicum, un camino de fuego, unirá los diversos pueblos para conmemorar tan extraordinaria fiesta. Hogueras, santos, demonios jocosos, caballerías, gastronomía, música y actos religiosos harán las delicias de los viandantes, visitantes o propios del lugar. Una celebración para todos.

Un eje común, el fuego, es el distintivo de la fiesta, pero, a su alrededor giran variedades que ensalzan la originalidad de cada pueblo. Unos, destacan por el número de caballerías y el recorrido que realizan (urbano o campestre); otros, por la específica gastronomía (Forcall, Morella, Benicàssim…); algunos, por las representaciones o parodias o las célebres publicatas, críticas a la vida local y elementos parateatrales. En todos, en el fondo subyacen valiosos y controvertidos restos de antiguos rituales o mitos, junto a costumbres ancestrales. La fiesta de san Antonio, casi siete siglos cristianizada aquí, contiene junto a su carácter sagrado una buena dosis de otros elementos que, sin perder aquella identidad, enriquecen de manera original su carácter genuino.

En un mapa geofestivo se observarían las distintas zonas en las que predominan unos u otros caracteres. Así, en el norte, en Els Ports, hay una prevalencia de los personajes y comparsas (sant Antoni, sant Pau, Filoseta, Despullat, Botargas; Contrabando, El tio de la figueta, la Vida del Sant…); más al sur, las caballerías y demostraciones de destreza y fuerza (Vilanova, Borriol…); les relacions (Albocàsser, Benassal, Vilafranca, Canet, Benicarló)…

La lista sería interminable. Es mejor que el lector lo disfrute personalmente, pues merece la pena. H