Querido lector, a veces uno se encuentra con declaraciones de gente pudiente que, después de leerlas y reflexionarlas, no le queda más remedio que reconocer que quién las pronunció superó la desvergüenza y la cara dura y demostró falta de dignidad. Calificación que es algo fuerte ¡Lo reconozco! Pero, por ser sincero, confieso que eso es lo que sentí el otro día, la semana pasada, cuando leí que Alberto Fabra, el molt honorable president de la Generalitat Valenciana, aprovechó su presencia en el Foro Europa para expresar su preocupación o temor por el hecho, a todas luces cierto, de que la corrupción política pudiese enturbiar la mejora de la economía valenciana. Una corrupción que, en la Comunitat y según algunos especialistas en el asunto de la citada fechoría, se cifra en el robo de más de 12.500 millones de las arcas públicas, de todos los valencianos. Una corrupción que está acabando con la credibilidad, la imagen, la economía... etc., de las tierras y las gentes de la Comunitat.

Querido lector, si hablo de falta de dignidad es porque si la dignidad es algo, tanto por definición como en la práctica real y concreta, es el derecho y la capacidad a ser y a decidir quién se es. ¡Ni más, ni menos! Ello supone que Fabra no puede comportarse como un simple ciudadano que solo tiene la posibilidad de quejarse y expresar su preocupación. Más bien al contrario, puede y debe usar los muchos medios de los que dispone el presidente del gobierno valenciano y del PP, del partido dominante, para demostrar que quiere, de verdad, acabar con la corrupción. Debe, por citar algún apropiado ejemplo, expulsar, apartar o, simplemente, y de la forma que quiera o pueda, hacer limpieza de todos aquellos que siendo miembros de su partido, del PP, y estando en su grupo parlamentario de Les Corts o en diferentes alcaldías, se encuentran imputados por presuntos delitos de corrupción. Debe, en última instancia, convocar elecciones que permitan al siempre pueblo soberano expresar su opinión y apartar de la dirección de su futuro a quienes consideren indignos.

Querido lector, es evidente que Alberto Fabra solo quiere expresar su temor. No quiere ser digno: es decir, no quiere cumplir con su papel, el de ejercer el derecho y el deber de ser gobierno, el de ser quién abra la esperanza de una Comunitat diferente, sin corrupción. Por eso hablo de falta de dignidad y, también, de la urgencia de convocar elecciones autonómicas porque, lo otro, quedarnos igual, es permitir que lo nuestro, lo valenciano, se pudra más y más. H

*Experto en extranjería