Vivimos en un contexto donde prima lo contrario a lo establecido. Es como si traspasar las líneas impuestas por las normas fuera loable, debido a que el poder, con el beneplácito de una mayoría, ha entrado en crisis sin que los que lo ostentan sean capaces de ilusionar, de ofrecer una sola respuesta convincente para de nuevo ganarse el público, a los ciudadanos. Estos hábitos, que ya se están trasladando en las elecciones, en el ejercicio más democrático de la soberanía popular, por la incapacidad de gobernantes y asesores de comunicar y trasladar mensajes, al menos, coherentes con los tiempos que corren, también son visibles en cualquier rincón de tu ciudad o pueblo.

Es habitual, de esta manera, ver como en la playa de Benicàssim una pareja y no de adolescentes se bañe en pelota picada en zona de baño no permitido para ello sin que aparezca una de esas patrullas que pasea en pantalón en corto.

Porque no es la primera, ni será la última vez ya que la autoridad no es respetada. Es como si los infractores supieran que se convertirían en héroes si alguien los multase. Si los que deben hacerse respetar se conforman en decir que son tan buenos que temen que alguien les vaya a fichar pues apañados vamos. O montemos una escuela de motoristas, pongamos por caso. Todo es una falta de respeto. H

*Periodista