Los retos que debe afrontar el PSOE para recuperar el protagonismo perdido y la posibilidad de gobernar España son de muy diversa índole, pero en todos ellos el ingrediente necesario para el éxito es la credibilidad. Un activo fundamental en política y que los socialistas han vuelto a malgastar con sus balbuceos e incoherencias sobre la respuesta que deben dar a la imputación de Manuel Chaves y José Antonio Griñán por el caso de los ERE andaluces. Es difícil entender la prestidigitación verbal que los dirigentes del PSOE están practicando estos días para no llevar a cabo lo que ellos mismos se impusieron: que cuando un parlamentario suyo resultase imputado por la justicia, debería dejar el escaño. ¿Quizá Pedro Sánchez creía que los dos expresidentes andaluces no llegarían a ser imputados? Es posible, pero eso no le exime de cumplir su compromiso, por más que Chaves y Griñán sean los mentores de Susana Díaz, la dirigente socialista con más poder en España. Sánchez ha ganado tiempo hasta después de las elecciones andaluzas fijadas para el domingo 22 de marzo, pero al precio de incumplir su palabra y ver deteriorada su autoridad. La corrupción es una enfermedad demoledora para la democracia, y si los partidos no son contundentes es el conjunto del sistema el que queda bajo sospecha.