Lloramos de rabia, de impotencia, de hartazgo, horrorizados ante la dureza y la crueldad de las noticias que nos despiertan un día más, una semana más, un mes más o un año más. Noticias como las que recientemente han vuelto a convulsionar a esas plazas que lloraban ante los atroces asesinatos que cometía un padre hacia sus hijas, aquí sí, en Castellón, pero también la mujer asesinada en Borriol o en Granada y en tantas y tantas ciudades de nuestra geografía. Qué más da dónde se produzcan, si el dolor, la consternación, la repulsa y la denuncia que nos debe producir en lo más hondo de nuestras entrañas debe ser el mismo.

El peor septiembre desde que hay estadísticas, pues tres mujeres y dos niñas han vuelto a engordar en 48 horas ese fatídico ránking, y 9 en el mes de septiembre que cuando me dispongo a escribir este artículo aún no ha terminado. Una estadística que recoge fríamente los casos del terrorismo machista, descarnado, de barbarie y sin alma, como todos los terrorismos, pero que me atrevo a decir en esta Tribuna de CCOO, no estamos combatiendo como sociedad con los mismos medios, recursos y fuerza de manera colectiva.

PASOS se están dando y, en mi opinión, en la dirección correcta, desde las instituciones, fruto de la protesta social, como los Pactos de Estado y Valenciano Contra la Violencia de Género y Machista, con los que desde CCOO estamos plenamente comprometidos. En el primer año de vigencia del Pacto Valenciano Contra la Violencia Machista y en boca de la vicepresidenta del Consell y Consellera de Igualdad y Políticas Inclusivas, Mónica Oltra «se ha conseguido llevar a cabo o están en proceso el 76% de las medidas previstas en este pacto. Se han incrementado los presupuestos en esta materia hasta los 12,8 millones, se han creado los puntos violetas en las fiestas de muchos de nuestros pueblos y ciudades para generar conciencia y que se vivan en libertad y sin temores por parte de nuestras jóvenes. Igualar las indemnizaciones a las otras formas de terrorismo o la puesta en marcha de los programas de intervención social con los agresores».

Todas ellas, medidas necesarias para acabar con esta lacra, pero de especial relevancia me parece esta última, pues son ellos, los agresores y los violentos los que desde el entendimiento y la terapia han de saber que no son los dueños de nadie, que sus parejas no les pertenecen y que las hijas y los hijos no son moneda de cambio para el sometimiento de sus parejas. Que como sociedad los vamos a perseguir, denunciar y acorralar hasta que no quede en el ánimo de estos malnacidos ninguna gana de chantajear a sus parejas, diciéndoles que o se someten a sus viles chantajes o «les van a dar donde más les duela».

Quienes me conocen saben que milito por la paz y la no violencia, desde hace años, de manera consciente, pero les tengo que confesar que, cuando veo imágenes en la televisión donde sale un agresor apalizando a su novia, mujer o compañera y otros hombres que coinciden en ese momento le proporcionan la misma medicina, en parte me alegra. Me alegra ver que no pasa la escena inadvertida, que se tiene los reaños de intervenir y enfrentarse al monstruo, que hay hombres que se rebelan ante ese acto despreciable.

Y ES QUE teniendo claro que este es un problema social y no doméstico, somos los hombres los que en primera persona nos debemos rebelar ante la violencia y el terrorismo machista. Empezando por no compartir chistes o chascarrillos machistas, siendo conscientes de que los micro-machismos son en ocasiones la antesala del machismo atroz, que cualquier tipo de machismo en cualquiera de las formas en que se muestre debe ser combatido y merece nuestro total desprecio. El llamamiento a los hombres para que en su intimidad, con amistades en los bares, en los centros de trabajo, en el fútbol o en cualquier espacio que habitemos vayamos creando y conformando esa conciencia colectiva. Que no estamos ante un problema de clases sociales si no de calidad humana, que como hombres vamos a hacer todo lo que está en nuestras manos para que no haya una mujer menos, para construir junto a las mujeres otra sociedad, más justa, más libre, más igualitaria, una sociedad donde ya no tengamos que ir a llorar a las plazas.

*Secretario general de CCOO Comarques del Nord