El Estado del Bienestar, tan mencionado por los partidos políticos a lo largo de las recientes campañas electorales, como sucede siempre que se acercan convocatorias con las urnas, debe pasar ahora a ser la mayor exigencia de los ciudadanos que han elegido a sus representantes en las administraciones.

Un esquema que se basa en tres pilares fundamentales, como son la educación, por cuanto un buen sistema educativo es el principal ascensor social, pues otorga las mismas oportunidades a todos los jóvenes sin discriminación. Una política adecuada contra la pobreza que resulta decisiva para garantizar un entorno familiar seguro alejado de la marginalidad, así como un mercado laboral justo, para que dichos jóvenes prosperen en igualdad de oportunidades. Y, ante todo, un buen sistema sanitario que comporte garantías para ocuparse de los enfermos y de los ciudadanos que tengan menor salud.

Los resultados en las elecciones han sido indiscutibles para confiar un nuevo mandato en el president Puig y ahora este no puede dejar pasar un minuto sin que la sanidad sea su prioridad absoluta --sin olvidar la educación-- en los próximos cuatro años. En Castellón tiene el termómetro que certifica lo mucho que resta por hacer.

Algo falla cuando los propios médicos de familia son los primeros en levantar la voz. El deterioro de la calidad en atención primaria resulta evidente. Reducir los cupos para estos doctores de cabecera y los enfermeros no puede esperar y el plan activado por el Consell hace unos meses, al margen de demorarse, es insuficiente. Además, si el primer eslabón médico denuncia una situación precaria, es lógico que esta todavía sea más evidente cuando se pasa a los hospitales, con las listas de espera como un indicador cuantitativo y cualitativo que es lamentable.

No sabemos si Puig continuará otorgando su confianza a la consellera Barceló, cuya capacidad de trabajo casi todos reconocen, pero no basta con ello. Hay que asignar un plan sin recovecos y dotarlo de presupuesto. Actuar.