Querido/a lector/a, he ido a ver la película Mientras dure la guerra de Amenábar, la que escenifica la angustia vital que sintió Miguel de Unamuno durante los pocos meses que vivió en medio de la guerra civil.

Pero, si traigo aquí la película es porque desde la sinceridad confieso que salí con mal sabor de boca. Reconozco que uno de los mensajes que lanza no me gusta por no ser cierto. Incluso, por no generar dudas, diré que mi desagradable impresión no tiene nada que ver ni con la calidad cinematográfica de la cinta, ni con el rigor histórico: Amenábar es uno de los mejores directores europeos, el film ha estado a punto de representarnos en los Oscars y, la verdad histórica del relato la defiende y garantiza el director en las ruedas de prensa. Es más, parece ser que también es cierto que Miguel de Unamuno pudo salir del salón de actos de la Universidad de Salamanca, después del discurso de ganaréis pero no convenceréis, gracias al amparo de la mano de la Carmen collares de Franco.

Pero, posiblemente por el desgarro que sentía Unamuno al ver la patria rota y dividida o, si cabe, por su poliédrica y cambiante personalidad que le hacía pasar del socialismo a defender el golpe, o por sus convicciones religiosas, o porque es verdad que hubo violencia por los hunos y por los hotros, o porque no llego a conocer los tres años de la guerra ni los 40 de dictadura, etc, la película (que es una consecuencia de su pensamiento) deja (siempre según mi impresión) el mensaje de que todos eran iguales. Apreciación que puede expresar el tormento de Unamuno, pero no se corresponde con la realidad. En caso de duda, consultar con cualquier hispanista inglés, tipo Paul Preston, que ha estudiado nuestro desgraciado holocausto.

*Analista político