Nuestro desastroso sistema actual, con miles de muertos, que nos ocultan, y una galopante ruina económica, tiene muchos motivos y culpables.

Primero nosotros, los ciudadanos que permitimos que las cosas sean así. Los más directos han sido la clase política que creó un Estado con una gigantesca estructura imposible de mantener. Tenemos cientos de miles de cargos políticos, inútiles en su mayoría, que viven espléndidamente. Cuando se jubilan cogen la puerta giratoria y pasan a consejos de administración mejor pagados todavía, solo por su influencia en los políticos en activo. De 800.000 hemos pasado a casi 4.000.000. Ayudas, subsidios a todos (si les votan), subvenciones a cientos de asociaciones y miles de asesores completan el cuadro. De modo que todo nuestro dinero va o a la clase dirigente o a una red clientelar que les apoya.

Dinero que solo sale de un sitio, los impuestos, se exprime a la clase media, y a los empresarios, a la parte productiva de la sociedad.

La educación se ha ido empobreciendo y se adoctrina. Los valores se han perdido. Nos han desindustrializado, no se innova, ni se investiga. Se controla la mayoría de los medios de comunicación, que se han convertido en un aparato propagandista. Además, estamos endeudados para varias generaciones.

Han dejado que proliferen independentistas y antisistema de baja ralea que viven muy bien de lo que critican. La gestión no ha podido ser peor, incluyendo la corrupción.

Ya no se respeta la propiedad privada, ni la igualdad ante la ley, ni la presunción de inocencia, muchas libertades se restringen o se suprimen. Qué mal.

Notario y doctor en Derecho