En política, muchas veces, los gobiernos se enfrentan a un dilema propio de cualquier economía doméstica, unos recursos limitados para unas necesidades ilimitadas, cumpliendo así el principio económico de escasez. Ante este dilema, las prioridades se definen en función de la ideología, la importancia que le da el gobernante a cubrir una u otra necesidad, en definitiva, las necesidades se cubren por la voluntad política.

Teniendo en cuenta que el año pasado los presupuestos de la ciudad entraron en vigor en septiembre y se dejaron por ejecutar 35 millones y que este año aún no tenemos, queda claro que la prioridad del gobierno municipal no es la gestión, ya que la escasez no parece un problema.

En estos años, el tripartito ha dado buena muestra de cuáles son las prioridades en cada momento. Por ejemplo cuando anteponen una reforma en Borrull, en plena pandemia, por valor de 15 millones, cuando llevan años mareando la perdiz y la ejecutan en el peor momento mientras dilatan las ayudas a sectores afectados por las restricciones.

Se ven las prioridades de un gobierno cuando deciden invertir medio millón en reformar los despachos de los concejales de gobierno, antes que solucionar las inundaciones en Marjalería por una obra que a penas cuesta 200.000 euros.

Otro ejemplo de priorizar intereses políticos a necesidades vecinales es la reforma de la avenida Lidón, que cuenta con el rechazo de comercios, vecinos y otros barrios que ven como se invierten más de 3 millones en la reforma de una avenida que nadie pide.

Por desgracia, queda demostrado que en Castellón tenemos un gobierno no pisa la calle y antepone sus privilegios a las necesidades vecinales.

Secretario general y portavoz adjunto PPCS