El IV Domingo de Pascua celebramos la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones y las Vocaciones nativas. Es un día para orar por las vocaciones al sacerdocio ordenado y a la vida consagrada. Jesús, el Buen Pastor, dice: «La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies» (Mt 9, 36-38).

Jesús mismo nos da ejemplo. Antes de llamar a sus apóstoles y a los 72 discípulos pasa la noche en oración escuchando la voluntad del Padre (cf. Lc 6, 12). También las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada son primordialmente fruto de una insistente oración al Señor de la mies. Después de orar, Jesús, llama a algunos pescadores a orillas del lago de Galilea: «Venid conmigo y os haré pescadores de hombres» (Mt 4, 19). Esta llamada implica dejar sus planes y ocupaciones para seguirle y vivir con Él. Jesús les enseña a entregar sus vidas para que el amor de Dios llegue a todos, en especial a los más pobres y necesitados. Jesús sigue llamando hoy para compartir su vida y misión sirviendo a la Iglesia y a la sociedad. Hemos de orar para que esta llamada sea escuchada.

En su Mensaje para la Jornada en este año dedicado a San José, el papa Francisco se fija en él como modelo de vocación, que resume en tres palabras: sueño, servicio y fidelidad. Tres palabras que valen para los sacerdotes y las personas consagradas, pero también para cualquier persona y todo cristiano. Dios llama a cada uno a la vida por amor, para amar y ser amados en esta vida y llegar a la plenitud del amor de Dios en la eterna. Este es el sueño de Dios para cada uno. Este es también el sueño más profundo de toda persona. Nuestra vida se realiza buscando solo el bien del otro. Oremos a Dios para que nuestros jóvenes no tengan miedo a acoger el sueño de Dios para cada uno de ellos y tengan la valentía de decir sí al Señor, que siempre sorprende y nunca decepciona. Les llenará de alegría y dará sentido a su vida.

Obispo de Segorbe-Castellón