Durante el año que llevamos de pandemia, son muchos los cambios a los que nos hemos tenido que adaptar de forma brusca y continuada. Nuestro estilo de vida y nuestras costumbres han variado sin darnos casi tiempo a reaccionar.

La incertidumbre y no saber qué va a ocurrir mañana, las vías de contagio, la nueva información que aparece sobre el virus y las vacunas, las medidas de protección como el uso de mascarillas, gel hidroalcohólico y distancia de seguridad, las restricciones, así como el empleo de términos como covid, PCR, test de antígenos, cuarentena, confinamiento… forman parte de nuestro día a día en la actualidad.

Todas estas modificaciones a las que nos hemos visto expuestos requieren una respuesta adaptativa que a veces es difícil de conseguir y pone al límite nuestras estrategias de afrontamiento.

En cuanto a la sintomatología y patologías que he observado durante este año me gustaría destacar, en primer lugar, un aumento en los trastornos de ansiedad: las patologías más frecuentes que he encontrado son crisis de ansiedad, agorafobia, trastornos obsesivo-compulsivos y fobia social, así como trastornos de estrés agudo y postraumático.

En cuanto a los miedos más comunes estarían: el miedo al contagio y el miedo a contagiar. Este último, muy presente en los profesionales que están en primera línea, como, por ejemplo, los sanitarios que están en contacto directo con la enfermedad. A algunos de ellos, este miedo los llevó a alojarse en viviendas diferentes a la habitual tras los turnos de trabajo con el fin de proteger a sus seres queridos. Junto al temor de llevar del trabajo a casa el virus, también han experimentado el miedo a no poder soportar la presión y el estrés, ante la alta demanda de intervenciones urgentes, necesarias para conseguir la supervivencia de los afectados. La situación vivida les ha llevado a soportar altas tasas de mortalidad para las que nadie está preparado. 

A veces en estos profesionales la combinación del estrés, el insomnio y la exposición a situaciones potencialmente traumáticas ha resultado fatal. 

Otro de los temores es el miedo a salir. Se habló tras el confinamiento del síndrome de la cabaña, referido a la necesidad de permanecer en casa para mantener la sensación de seguridad.

En personas afectadas por el virus surge el miedo a empeorar cuando están pasando la enfermedad. Ante la incertidumbre y el desconocimiento de cómo puede evolucionar, la persona contagiada se siente muy vulnerable, manifestando en muchas ocasiones ataques de ansiedad combinados con la dificultad respiratoria que en ocasiones produce el virus.

En cuanto a los síntomas relacionados con el estado de ánimo, la pandemia ha ocasionado un descenso en el estado de ánimo, una disminución del interés por realizar actividades, tristeza y sensación de soledad, llegando a generar trastornos depresivos e incluso ideación suicida e intentos autolesivos en algunos casos.

La pandemia también ha generado procesos de duelo diferentes y complicados, marcados por el hecho de no poder acompañar a sus familiares enfermos en los últimos momentos, no poder despedirse de ellos, no poder verlos ni abrazarlos, así como por la imposibilidad de realizar rituales que facilitan la elaboración del duelo y ayudan a los familiares del fallecido a comenzar este proceso, no poder estar arropados por amigos y familiares ni recibir su apoyo.

Cada fallecido cuenta y cada uno de ellos fue una vida única e insustituible, fundamental para sus familiares que no se puede restaurar.emos de dar el valor y el respeto que merece a cada una de las personas que nos han dejado. Esta pandemia está dejando miles de familias en duelo.

En cuanto a los grupos de edad, los niños se han adaptado bastante bien tanto al confinamiento y al uso de mascarilla como a las restricciones. El cierre de las escuelas supuso una ruptura con su rutina diaria y un cambio muy importante para ellos. La cobertura de sus necesidades ha sido fundamental para preservar su salud. El seguir las medidas de seguridad aprendidas en casa y en el colegio ha facilitado la adquisición de nuevos hábitos de higiene, prevención y protección contra la pandemia del coronavirus.

Los adolescentes han sufrido y sufren mucho las consecuencias de la pandemia. Pese al manejo que tienen de las redes sociales, se ha puesto de manifiesto la importancia del contacto presencial con su grupo de iguales. Muestran más a menudo un estado de ánimo decaído junto con sintomatología ansiosa que no presentaban antes de la pandemia, lo que ha dificultado mucho la adaptación.

Los adultos, a veces, se han visto también desbordados por compartir en el mismo espacio trabajo y hogar, así como por ser el apoyo en las tareas escolares de los más pequeños. El teletrabajo y el cambio de hábitos a nivel familiar también ha incrementado los niveles de estrés.

Y en cuanto a la tercera edad, nuestros mayores se han visto aislados en muchos momentos, se han sentido solos al no poder estar en contacto con sus familiares, han tenido que afrontar dificultades relacionadas con su día a día. A muchos de ellos, este aislamiento ha afectado a sus capacidades cognitivas y motrices. 

Este fenómeno nos ha afectado a todos de un modo u otro. Es nuestra responsabilidad y el compromiso de todos, poner el empeño necesario para intentar seguir las recomendaciones sanitarias.

Es importante cuidar nuestra salud mental, pedir ayuda si nos vemos superados, reforzar nuestra resiliencia, cuidar y cuidarnos, proteger y protegernos. Y, entre todos, parar el contador de contagios y fallecimientos de esta inesperada enfermedad, el covid-19.

*Psicóloga. Experta en atención psicológica en situaciones de emergencia