Felipe González dijo en El Hormiguero que él no daría el indulto a los independentistas golpistas condenados por sedición. «En estas condiciones, no», afirmó Felipe, al que encontré menos brillante de lo habitual, en una intervención a caballo entre abuelo cebolleta y torero de salón. Divagó, lanzando algún amerengado mensaje al presidente Sánchez y siempre en tono descafeinado. A excepción del indulto no entró a la muleta curiosamente poco diestra de Pablo Motos. Podía haber sido la entrevista del año y quedó en nada, o en bien poco. Tal vez esperábamos demasiado y el sublime político, que con la rosa y la pana cambió el mapa político logrando el histórico resultado de 202 diputados, en aquel octubre del año 82 lleno de juventud y esperanza, decidió que ya bastante había largado días antes Alfonso Guerra del que en un tiempo pretérito fue hermano en la política y ahora es un viejo compañero en la distancia.

Extrañó que pasara de puntillas sobre temas tan criticados por muchos de los que acompañaron a Felipe en su larga presidencia desde la Moncloa, dígase el vergonzoso pacto con los filoetarras de EH Bildu. Extrañó, y mucho, que en la soporífera entrevista Motos obviara preguntar por el papel de la Corona y la relación personal del expresidente con el rey emérito, Juan Carlos I, con el que compartió casi 14 años de mandato. Y siguió extrañando que nada se dijera sobre la crisis fronteriza con Marruecos, así como el deterioro de relaciones diplomáticas con el país vecino. Eso sí, Felipe hizo hincapié en el valor de la ancianidad rememorando sus vivencias con Busch padre y Gorbachov, padre de la Perestroika. Felipe y Motos me dejaron un regusto a fraudulento pacto. Una pena.

Periodista y escritor