Después del analfabeto y sectario desbarre de la alcaldesa de Barcelona retirando el nombre de una calle al laureado almirante Cervera, héroe de la guerra de Cuba, según la iletrada Colau «por fascista», uno pensaba que ya lo había visto todo en esto de la nueva inquisición de la torpeza que nos zarandea y nos retrotrae a la España que con tanta amargura describió Antonio Machado. Ahora, otra vez en el mismo blanco y negro, acabamos de descubrir que uno de los más insignes inventores nacionales, Juan de la Cierva, autor del autogiro, era un peligroso conspirador franquista cuyo nombre, reconocido internacionalmente como una de las grandes celebridades de la aeronáutica, es indigno para el aeropuerto de Murcia, según informe de la Secretaría de Estado de Memoria Democrática. Informe que ha provocado que el ministro de Educación y Ciencia haya retirado el nombre de De la Cierva del Premio Nacional de Investigación que se concede desde el 2001 en honor al ingeniero español.

Nadie ha demostrado con certeza que De la Cierva actuara activamente en el golpe militar contra la II República. En julio del 36 llevaba años afincado en Londres y en diciembre de aquel año falleció. Claro que el ministro Duque podría haber recordado a los suyos, siendo él astronauta, que en el Centro de la NASA en Hustsville hay una placa en honor de Von Braun, el exnazi nacionalizado norteamericano que dirigió el proyecto Apolo que llevó al hombre a la Luna. Antes Braun había inventado las bombas volantes que asolaron Inglaterra, después fue un héroe para EEUU. De la Cierva, que nunca inventó bombas, seguirá siendo loado en el mundo. Lo de aquí, qué vergüenza.

Periodista y escritor