La serpiente de la fábula de Esopo cayó sin avisar sobre Renania, el Palatinado, Westfalia y el país de los belgas. Decenas de víctimas mortales, centenares de desaparecidos, paisaje y casas desolados y destruidos. La discreta canciller alemana, Angela Merkel, hablaba de una imagen onírica y surrealista. En corto tiempo se abrieron las nubes y fue el diluvio en unas regiones europeas no acostumbradas a estos avatares de la naturaleza. Por allá suele haber inundaciones, sobre todo cuando aumenta el caudal de los ríos a causa del deshielo primaveral. Quien firma estos renglones, vecinos, estuvo prácticamente confinado en el recinto histórico de Dresde, en Sajonia, en junio de 2013, durante una semana larga, debido al aumento en exceso del caudal del Elba. Por supuesto que no pusimos ninguna demanda judicial a las autoridades municipales, por haber estado sin poder salir del asedio llevado a cabo por bomberos, municipales y voluntarios de toda la República Federal. No coartaban nuestra libertad, protegían nuestras vidas.

El diluvio reciente en Renania y el Palatinado es novedoso y sorprendente por aquellos pagos; las inundaciones por rápido deshielo suelen ser periódicas por allá, como aquí son periódicas las inundaciones de los humedales costeros en la cuenca mediterránea. En Castelló del Riu Sec, y en las partidas municipales del Senillar y la Travessera, de la Mota y la Fileta, de Entrilles y Patos, de Almalafa y Vinatxell entre otras, saben de esas inundaciones, como sabía el cronista Rocafort hace 200 años. Repitamos una vez más lo que de puro sabido se olvida: el apellido de nuestro humedal, la Marjalería, es Inundable con mayúscula. Y ese apellido lo adquirió de la madre naturaleza hace muchos siglos, antes, mucho antes, de que se hablase de cambios climáticos, deshielo polar y de nivel al alza de las aguas de nuestros mares.

Pero hoy, y muy a pesar del fariseísmo de los negacionistas, el cambio climático está ahí. Y afirman los expertos en meteorología que ese cambio climático nos va a traer situaciones extremas cada vez más frecuentes: a periodos secos de calor extrema les sucederán semanas húmedas de lluvias intensas sin que el bendito Sant Pere las controle. Nuestros vecinos, cercanos al Parc del Meridià, próximos a la partida de Entrilles o al humedal castellonense en general , que viven ahí de forma permanente, tendrán conocimiento de cuanto sucede o ha sucedido donde ríos o torrenteras se dirigen al Canal de la Mancha o al mar del Norte. No quiera el cielo, como escribía el Manco de Lepanto, que nos veamos junto al Riu Sec en trance semejante. Pero eso no depende del Dios de Abraham y Jacob, ni de jueces, ni demandas judiciales. Depende de la naturaleza y del destino, aunque hay que ayudarles mediante la prevención.

Y no cabe duda alguna que la proliferación constructiva y desordenada en el humedal no fue preventiva, como menos lo fue la indiferencia y el pasotismo de las autoridades municipales que dirigieron la mirada a otro lado mientras el desaguisado seguía y seguía su rumbo. El equipo de gobierno de coalición municipal actual --que tan necesitado está de crítica cuando sale a colación el tema de presupuestos-- intenta ordenar lo desordenado para prevenir cuanto no fue previsto. Para esa necesaria previsión no hace falta tan sólo una lligona xarcullera, la azada de hoja ancha y agujereada de mango largo con la que se limpiaban las acequias y zanjas que rodeaban las tablas del arroz; se necesita sobre todo observación y sentido común.

Sobran recursos judiciales y enredos leguleyos que prolongaran hasta el infinito el principal problema urbanístico y medioambiental de Castelló del Riu Sec: La Marjalería.