Conocí, de boca de su hermano Gonzalo, la reciente designación del excelentísimo señor Francisco González Espresati Amián, como Teniente General del Ejército del Aire. Me faltaron los minutos para telefonearle, exultante de alegría. Pero la satisfacción subió de grado cuando al cuarto timbrazo de llamada, escuché por el auricular un afectuoso «¡Hola Tonico!», al que respondí con un «¡A tus órdenes mi Teniente General! No es normal que un humilde soldadito de España, pueda ser atendido tan pronto por un hombre que tiene el grado más alto de empleo, en el ejército de nuestra nación». La conversación no pudo ser más entrañable, ni más efusiva, ni más grata. No es extraño. Aunque no era una videollamada, veía a mi querido Curro, el flamante militar, auricular en mano: Alto, delgado, fibroso (propio de quien fuera campeón del mundo de triatlón) y de rostro afilado, muy semblante al de su abuelo Carlos, al quien tuve el honor y la satisfacción de tener como maestro en mis primeros escarceos literarios. Lo veía también en sus frases, en las que el afecto se conjugaba con retazos de su enorme talento. «Bendita sea la rama que al tronco sale, pensé. No lo veía en su despacho, lo veía en su casa «pairal», rodeado de obras de arte de Adsuara, Porcar, Laforet, Buenosaires… eminencias del arte local. Curro G. Espresati pertenece a una familia de estirpe castellonera, como pocas, con la que mi progenie, desde hace cuatro generaciones, tuvo una familiar relación. Ya Carlos González Espresati Chaparro, tenía a mi bisabuelo Emilio, como uno de sus más preclaros amigos y valedores, en su época de alcalde de Castelló.

Un privilegio que nuestro pueblo cuente con un personaje de este postín entre sus hijos preclaros. Una noticia que el cronista de la ciudad refiere, en sus anales históricos, con personal y satisfecho orgullo. Así debe hacerlo, por ineludible deber. Así lo considera y así lo ha hecho.

Cronista oficial de Castelló