Los talibanes han tomado rápidamente el poder en Afganistán, lo que dice muchas cosas y todas malas de la sociedad occidental. Una sociedad débil, infantilizada y pueril hasta la náusea en la que el buenismo progre lo acaba enfangando todo.

A la izquierda española, sectaria como pocas, siempre se le llena la boca de tonterías a la hora de criticar el imperialismo yanqui. Pero luego, si el ejército de Estados Unidos se retira y abandona su papel protagonista como policía mundial, se acaba rasgando las vestiduras.

A la derecha patria, rancia y acomplejada como pocas, también se le llena la boca con chorradas a la hora de criticar la falta de visión internacional que muestra habitualmente la Unión Europea. Pero luego, cuando ésta envía tropas a un conflicto lejano y caen en combate soldados españoles, también se echa las manos a la cabeza.

Al final, todos dicen defender la vida, el orden y la dignidad humana. Pero la verdad es que esta semana lamentamos la caída de Kabul. Todos nos preocupamos por las mujeres y niños que van a ser torturados, violados y esclavizados. Por los hombres que ahora van a ser degollados.

Pero ayer, como aquel que dice, nuestros representantes públicos estaban encantados con que nuestros soldados volvieran ya a casa. Incluso recuerdo a quien afirmó que en Afganistán no se nos había perdido nada.

El mundo necesita que Occidente sea fuerte y se implique de una manera seria y rigurosa en la resolución de conflictos. Así de claro.

Escritor