Gervasio Sánchez y Javier Ruiz, dos colegas periodistas nada sospechosos de alinearse en orillas políticas conservadoras, han coincidido en calificar de montaje propagandístico la estrategia del Gobierno en la operación de evacuación de Afganistán, asegurando que con la puesta en escena de Torrejón de Ardoz y la utilización de las bases USA de Morón y Rota, se intenta tapar el gran fracaso de dejar a 38 millones de ciudadanos de aquel país a merced de los talibanes. Sánchez y Ruiz también han preguntado por la oposición, para ellos lejos de estar a la altura en momento tan crucial. Otros compañeros de oficio muestran equidistancia, se ponen de perfil o callan. Mientras, cierto coro de flojos o paniaguados, que de todo hay, loan el ¿papel? de España en tan dramático desaguisado de incierto final. El portavoz de los sátrapas de barba y turbante, los mismos que sin apenas pegar un tiro han reconquistado el poder perdido hace veinte años, ha sido concluyente: «Si tienen la intención de continuar la ocupación, provocará una reacción». Sobre la fecha del 31 de agosto, Suhail Shaheen, así se llama el referido tipo, aseguró al canal Sky News: «Se puede decir que es una línea roja». Al tiempo los yihadistas del Estado Islámico, enfrentados a los talibanes, amenazan con un atentado en las instalaciones del aeropuerto de Kabul. Extremo cuya posibilidad no ha descartado la ministra de Defensa, Margarita Robles. La situación es dantesca y tiene su génesis en la desacertada gestión de los Estados Unidos y el errático papel de los países occidentales aliados. La Casa Blanca, la OTAN, y la Unión Europea han naufragado. Los fuegos de artificio, en el intento de camuflar el despropósito de la evacuación, no son más que las últimas bengalas del Titanic. El problema humanitario es brutal y todavía no ha comenzado la fase más virulenta. Ojalá las amenazas de los integristas no lleguen a cumplirse y la improvisada operación, tarde y mal, pueda concluir sin un dramatismo aún mayor.

Los héroes

Nuestros héroes están en el aeropuerto de Kabul, arriesgando la vida para que centenares de personas puedan salir de aquel infierno. Nuestros héroes son el embajador Gabriel Ferrán, curiosamente cesado en el último Consejo de Ministros del 3 de agosto y que pese a ello rehusó tomar el primer avión con destino a España. Ferrán, ya sin ostentar el cargo, desde el primer momento asumió la responsabilidad de coordinar las labores de evacuación junto a un reducido grupo de funcionarios. Nuestros héroes son los 17 policías nacionales que, hasta la llegada desde Zaragoza de las primeras tropas, afrontaron en solitario el arriesgado papel de dar protección a los diplomáticos y españoles que habían podido llegar al aeropuerto. Nuestros héroes son los 110 hombres y mujeres de las fuerzas armadas allí desplegados. Nuestros héroes son los pilotos y tripulaciones de los aviones militares que cada día se la juegan en el puente aéreo con Dubái. Nuestros héroes son también los traductores y colaboradores afganos que durante años trabajaron lealmente para España. El grupo de héroes nuestros afganos es el que más preocupa, siendo ahora mismo un colectivo sobre el que reina tanta incertidumbre como escasa información. Cuando puedan contabilizarse los colaboradores y sus familias que hayan podido ser rescatadas llegará el momento de la reflexión. Cualquier persona que el Reino de España pueda salvar del drama de Afganistán siempre será una victoria, pero no hay que olvidar el compromiso contraído con aquellos que sirvieron a los intereses nacionales y ahora son el principal objetivo de los talibanes. Así como, al menos, 30 periodistas en peligro de muerte. Observadores que siguen los acontecimientos trasladan pesimismo sobre el destino de muchos afganos que trabajaron con las fuerzas aliadas. La embajada española, hace tres meses, ya avisó del peligro que se cernía con el avance talibán.

Periodista y escritor