Querido/a lector/a, será una debilidad o un defecto, pero me gusta escuchar lo que dice Cayetana Álvarez de Toledo, la que era portavoz del PP en el Congreso de los Diputados y que Pablo Casado sustituyó acusándola de ir a la suya y no entender que debía ser portavoz de la reflexión colectiva. Incluso reconozco que también disfruto ahora, cuando su pensar viene desde el exilio que supone su falta de protagonismo parlamentario.

A pesar de lo dicho he de dejar claro que no coincido en nada con Cayetana. Ni en el análisis, ni en las conclusiones, ni en las propuestas. Pero me atrae ver un espécimen de características tan singulares. Y es que, Cayetana, es hija de una derecha que se siente orgullosa de ser pura y dura y, a la vez, apátrida y culta (conceptos, estos dos últimos, que nada tienen que ver con la derecha mesetaria). Pero lo que más me excita es que tiene criterio u opinión propia y valentía para expresarla y defenderla. Características imprescindibles para la acción política pero que, por desgracia, todavía están castigadas en la vida de los partidos en democracia.

Querido/a lector/a, entiendo pues y no me extraña, que el padre de Cayetana la llamara «cosa de nadie» o que su libro, el que aparecerá pronto, se titule Políticamente indeseable. En todo caso, repito y advierto que esta señora es derecha pura y dura: española desde el 2008, su hispanofilia surge de los libros y tiene poco que ver con lo que le pasa a un campesino de las Hurdes, denuncia que la izquierda no acepta la evolución histórica y quiere hoy ganar batallas que perdió ayer o, peor aún, exige que la derecha olvide el pasado y deje de pedir perdón... A pesar de todo, y aunque no se entere de nada (la derecha nunca pidió perdón y la izquierda no se quedó fosilizada mirando al pasado sino que impulsó la democracia) me gusta su libertad, su morro, o lo que sea.

Analista político