El Periódico Mediterráneo

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Henri Bouché

PUNTO DE VISTA

Henri Bouché

La aporofobia

En una plaza próxima a mi vivienda desde hace unos días observo el asentamiento de una persona en uno de los bancos, rodeado de cachivaches de entre los cuales asoma tímidamente la cabeza de un hombre de mediana edad. Es un pobre, un sinhogarista, como dicen ahora, que para aguantar el frío del día y de la noche se cubre con inverosímil ropaje. Es la expresión de la pobreza extrema que en España alcanza el 6,4% de la población (casi 3 millones de personas). Un verdadero atentado contra la dignidad humana.

Mi admirada filósofa, Adela Cortina, acuñó un término, aporofobia, para designar la repugnancia o temor obsesivo a la pobreza y a toda aquella persona que es pobre.

Hace un mes aprecié, en nuestra ciudad, la ausencia de otro pobre al que veía todas las semanas y, a veces, dialogábamos. Era polaco y vivía con dos compañeros en una vivienda en ruinas. Quedamos que un día hablaríamos sobre la causa de haber venido aquí. La cita no se produjo: al poco tiempo, murió. Al fin habrá encontrado un hogar, espero.

Nuestra ciudad no es excesivamente numerosa en pobres, pero, aun así, hay demasiados. No debiera haber ninguno. Mas el problema es universal. Un antropólogo, Oscar Lewis, habla, incluso, de una «cultura de la pobreza», concepto que ha dado lugar a controvertidas críticas. Yo creo que más que una cultura de la pobreza hay una cultura de la indiferencia. La cita evangélica es muy clara: «Porque los pobres siempre los tendréis con vosotros, y cuando queráis les podéis hacer el bien… pues yo siempre estoy con vosotros en ellos. Pero erradicar la pobreza --añadía Mandela y otros-- no es un acto de caridad, sino de justicia».

Profesor

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