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Enrique Ballester

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Kylian José

En la vida hay que hacerlo todo lo mejor posible, pero una buena excusa para seguir engañándote no le causa daño a nadie

Pocos días antes de que Mbappé rechazara al Real Madrid y renovara con el PSG, leí que en España residen 458 personas llamadas Kylian, con y griega, y la mayoría son niños. Supongo que algunos de ellos se llaman de esta manera porque sus padres son madridistas y se decantaron por este nombre en honor a Kylian Mbappé. Desde que pasó lo que pasó, ese estruendoso ‘sí pero no’, no puedo dejar de pensar en esto –en los niños, no en Mbappé-. En esas criaturas que un día serán chavales y preguntarán a sus padres por qué se llaman Kylian, por qué tienen ese nombre si en casa todos odian profundamente a Kylian Mbappé, el traidor que pudo reinar en Madrid pero eligió el PSG. Pienso también en los padres, porque ahora cada vez que vean, hablen o llamen a su hijo recordarán el fichaje estrella que tanto querían y al final no pudo ser. No soy un experto, pero diría que asociar a tu hijo con algo negativo no puede salir bien. Sal de nuestras mentes, Kylian Mbappé. Espero que al menos algún niño se llame Kylian José.

Pienso igualmente cómo me puede afectar toda esta historia. Quizá mi hijo conozca un día a un niño que se llame Kylian y de algún modo, de rebote, eso me convierta en mejor padre. A medida que vaya creciendo, Teo distinguirá cada uno de mis múltiples defectos, por supuesto, pero podrá valorar que no lo llamáramos Kylian, como mínimo, y debería entender que podría ser peor lo suyo, lo mío y lo nuestro. Quizá eso me evite algún conflicto adolescente. Quizá eso me salve lo suficiente. Quizá cuando yo esté en el lecho de muerte y mis hijos se den cuenta de que solo les dejo deudas y papeles, pueda apuntar «al menos no te llamé Kylian» como disculpa válida y concluyente.

Bajas emisiones

A la gente como yo no nos conviene rechazar excusas y justificaciones. Leí a Álvaro González en Culturplaza explicar que los seres humanos somos cada vez menos inteligentes. Desde los años noventa, por lo visto, estamos atontándonos como especie. Según los análisis científicos, una de las causas es el aumento de la contaminación y varios estudios reflejan ya cómo afecta esto al fútbol. Uno realizado en Alemania, que revisó todos los pases de todos los partidos disputados entre 1999 y 2011, asegura que los jugadores pasan peor la pelota en lugares con más contaminación atmosférica. Otro, esta vez en China, indica que el juego pierde calidad cuando los futbolistas se desplazan como visitantes a una ciudad con más contaminación que la suya. No necesito más para saber que no conseguí ser futbolista porque no teníamos Zona de Bajas Emisiones. No necesito más para aconsejar a ese padre que llamó Kylian a su hijo que justifique su elección culpando a la contaminación del aire.

Todo esto lo comenté en el podcast con Javier y me hizo ver que los entrenadores utilizarán también este argumento para justificar las derrotas, más pronto que tarde. Por si no teníamos bastante con los árbitros, el césped o los límites salariales, la polución será pronto la clave. Los entrenadores sacarán en rueda de prensa un medidor de partículas contaminantes. «Así no se puede jugar», dirán, y harán bien, qué duda cabe. Porque en la vida hay que hacerlo todo siempre lo mejor posible, pero una buena excusa para seguir autoengañándote no le causa daño a nadie.

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