Opinión | AL CONTRATAQUE
El certero azar del sabio entre naranjos
El certero azar del título de este artículo alude a la sabiduría que manifiesta quien es capaz de disfrutar de la vida sin descuidar nada de lo que le da sentido: la amistad, el amor y la escritura compartida.
En su novela más reciente, Todos al infierno, habla de esos temas eternos, tan shakespearianos de la codicia y la degradación moral. Su protagonista, el confesor Serafín del Río, une a su voz la de Juan de Salisbury, para proclamar que, «de todas las injusticias, ninguna es más grave que la de aquellos que en el momento en que más engañan procuran aparecer, ante todo, como personas virtuosas». Esas mismas injusticias, pero en nuestros días bárbaros, son lo único que le altera la sonrisa a Fernando Delgado.
Él ha transcrito con devoción su pensamiento torrencial, imparable, en prensa (El Día, Pueblo, Informaciones y El País), y ha publicado poesía, ensayo y novela. Entre sus obras más recientes está ese libro delicioso y emocionante, Mirador de Velentonia, capaz de desatarnos la nostalgia incluso por lo que no vivimos; con el marco de los encuentros en la casa madrileña de uno de sus maestros, Vicente Aleixandre, Fernando Delgado relata los varios y variados exilios tras la guerra, los de la Numancia errante, los de quienes aguardaban en esa «sala de espera» (en palabras de Max Aub) en muchos casos a la intemperie.
En El huido que leyó su esquela reflexiona en torno a la historia de una ausencia familiar que aún nos duele. Pronto sentiremos el alivio prodigado por sus versos de Soy sin ser (desde lo vivido a lo pintado) que llegarán aleteando como el pájaro más bello.
Como Galdós, canario como él, como Blasco Ibáñez, valenciano como él, Fernando Delgado ha sido político y lo sigue siendo en el sentido aristotélico e indisoluble de la condición humana.
Galardones
A la larga enumeración de galardones que ha obtenido: premio Europa, Mesonero Romanos, Pérez Galdós, Planeta, Ondas Nacional de Televisión, Antena de Oro, Azorín, Bibliotecario de honor de la Comunidad Valenciana se suma ahora la Distinción Extraordinaria de la Universitat Jaume I que reconoce su contribución a los principios y valores que la universidad pública de Castellón incorpora como principios rectores que él tan bien encarna: el compromiso social, la igualdad, la cultura, la paz y la defensa de los derechos humanos. En esta casa siempre ha compartido con nosotros sus conocimientos literarios y vitales, su humor, su acento único: nadie habla como él porque es insular y peninsular al mismo tiempo, de tierra y mar, epicúreo y comprometido, sagaz y relajado, protector de sus seres queridos, fundador de grandes equipos profesionales, inconformista, y, por ende, renovador. Él es también el lugar en el que permanecen para siempre unidos a los vivos los que ya están más allá.
En su particular sombra del paraíso, Isla Negra o L’Elca lo habita el arte y las páginas palpitantes de tantos libros que no olvida porque imprimieron su carácter.
No puedo recordar cómo ni cuándo conocí al escritor, tal vez porque siempre ha estado ahí y aquí. Unos minutos antes de terminar el telediario del fin de semana de TVE se sacaba siempre un as de la manga, en un juego de prestidigitación o como el prodigio que supone la aparición de un oasis, mostraba un libro. Y desde la Ser llenaba de luz las mañanas con el programa A vivir que son dos días, esa frase que tan bien rima con su espíritu.
Es una grata noticia que la UJI reconozca como merece su único y universal acento.
Escritora y profesora de Escritura Creativa y Lengua Española en la Universitat Jaume I
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