El Periódico Mediterráneo

El Periódico Mediterráneo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Paco Mariscal

AL CONTRATAQUE

Paco Mariscal

‘O vere deus’ (y 2)

Repetir, vecinos y allegados del Riu Sec, lo que de puro sabido se olvida. Y nuestros viejos labradores repetían con asiduidad cuando la mano humana actuaba en las cercanías de nuestros cauces secos: «Aneu amb compte, els barrancs, les rambles i els rius secs de tant en tant ensenyen les escritures». Una frase que dejaba retratado de forma explícita lo irregular de la climatología mediterránea y la sana prudencia que se requería a la hora de edificar o construir algo en las cercanías de las torrenteras secas. Porque en demasiadas ocasiones a lo largo de la historia habían observado cómo se entonaba el O vere Deus por la sequía y para que llegasen las lluvias, y meses más tarde lo volvían a entonar para que finalizasen los diluvios y las inundaciones.

De esa irregularidad o de esos fenómenos extremos climatológicos tiene constancia fehaciente el vecindario adulto de Castelló que observa con atención cuanto sucede en su entorno. Lo ignoraron por completo los responsables o irresponsables de la construcción inadecuada en nuestros humedales. O vere Deus. Sin embargo, esos fenómenos extremos del tiempo no los ignoró el frailecillo –discreto, sagaz y castellonense– Joseph Rocafort. Desde el 1762 al 1829 tomó nota de cuanto relevante y de forma cotidiana sucedía en la capital de La Plana. En las primeras páginas de su impagable crónica escribe: «En los años 1770 y 1771 se hizieron rogativas públicas por agua, por la mucha necesidad que de ella avía» (sic). Un poco más adelante nos cuenta: «En el mes de octubre del dicho año 1776, en la noche del día 21 y en el siguiente día 22, se experimentó en esta Villa tan horrible tempestad de truenos, relámpagos y especialmente de agua, que parecía volver otra vez el diluvio, pues fue tanta la copia de agua que cayó, que casi quedó inundada la huerta y también la Villa» (sic). Luego narra –O vere Deus– que el pueblo acudió al Santo Sepulcro y a la Verge del Lledó, porque «la mañana del día 26, a las cinco horas o poco más, parecía averse de acabar el mundo con los fuertes y continuados truenos, relámpagos y agua y muy recio ayre, como de uracán» (sic). El temporal sacudió también otras zonas costeras valencianas, y dejó muertos, desparecidos y otras maldades aquí y allá. El agua era en octubre, porque unos meses antes «En el mismo 1776 se padeció por todo este reino de Valencia, una grande esterilidad de agua, por cuyo motivo se traxeron en procesión las imágenes del Santo Sepulcro y de la Virgen del Lidón» (sic). Otra vez O vere Deus . Eso era hace dos siglos y medio ¿y ahora?

Ahora indican los científicos en la materia de Longyearbyen, la población noruega más septentrional del mundo, en el Océano Glacial Ártico, que lo que sucede allí repercute en el ancho mundo. Y allí las consecuencias del calentamiento global son visibles y dramáticas. En los últimos 50 años la temperatura ha aumentado 4 grados, y en invierno 7. El hielo glacial retrocede. La ballena blanca, el oso polar y la morsa disfrutan de temperaturas menos gélidas. Y comentaban esos científicos del archipiélago de Svalbard, en un extraordinario programa de la cadena de televisión franco-alemana ARTE, y de eso ya hace un par de años, que lo que pase en Nueva Zelanda o en la cuenca mediterránea no es ajeno a lo que pasa allá bien al Norte. Dicen que olas de calor las hubo siempre, pero ahora los fenómenos extremos serán más frecuentes y prolongados. Las inundaciones llegaron el año pasado al norte de Alemania y a Bélgica. Este agosto que hemos vivido tan sofocante, el temporal de agua se cobró ya seis vidas en Córcega, dos en Toscana, cinco en Austria. De daños y evacuados, mejor no hablar. O vere Deus, y cualquiera de ustedes, vecinos del Riu Sec, puede dirigir la mirada al humedal de Castelló, y recordar las sabias premoniciones de nuestros viejos labradores.

Compartir el artículo

stats