Telegrafistas, amanuenses y voceros de la política del bipartito que gobierna España, bajo el liderazgo de Pedro Sánchez, han salido en tromba a defender la política de gracia administrada a los presos de ETA, basándose en el cumplimiento de la Ley (faltaría más) y recordando los centenares de reclusos etarras que acercó el PP en sus mandatos. Estos colegas, quijotes del buenismo, obvian señalar el perfil de algunos asesinos que ahora son beneficiarios de la prebenda penitenciaria, fruto del chantaje con el que Sánchez traga para que Bildu lo siga arropando. Los aplaudidores de la nueva felonía sanchista recitan el argumentario oficial, ejerciendo el pobre papel del observador con anteojeras de mulo, sin salirse de la dirección que señala el acemilero cuya mano le da de comer. Sin despeinarse y enarbolando la bandera de la democracia argumentan cifras que despiertan algo más que asco, al ser incapaces de detenerse en el detalle, nada banal, de algunos espeluznantes nombres de los legalmente acercados a sus casas. Entre el elenco de las trece perlas cultivadas del crimen organizado que tomarán los zuritos y chatos de chacolí en las cárceles del País Vasco, hay dos especialmente sanguinarios. Monstruos que nunca han mostrado arrepentimiento y se ciscan en la reinserción. Las alimañas son García Gaztelu Txapote y Enri Parot. Entre ambas inmundicias humanas suman 53 muertes y condenas por 5.300 años.
Las actitudes demostradas por Txapote y Parot evidencian que siguen dispuestos a repetir las heroicidades de cuando mataban a mansalva, con más carnicería que Jack El Destripador y Hannibal Lecter juntos, y es que la realidad supera la ficción. Ahora los premian.
Periodista y escritor
