VIVIR ES SER OTRO

‘Amigo Félix’

Carlos Tosca

Carlos Tosca

En una de las actividades para niños del parque Ribalta pusieron música para los pequeños de la casa. Sonaron las mismas canciones que hace cuarenta años cuando los niños éramos aquellos nacidos en la década de los setenta. ¿Dónde está la evolución en las melodías infantiles? Parece que no existe. ¡Si hasta pusieron el Amigo Félix de Enrique y Ana! Los chavales de ahora —incluso puede que algún padre joven— no pueden entender el contexto. Para empezar, no saben quién era ese tal Félix —doy una pista: no es un gato—. Aún recuerdo la emoción al escucharla por primera vez, poco después del fallecimiento de Félix Rodríguez de la Fuente tras estrellarse su avioneta en Alaska. Recuerdo también a un tío mío, muy dado a las teorías de la conspiración, diciendo que de accidente nada, que lo habían matado por sus ideas ecologistas. El fallecido divulgador fue, desde luego, el germen de la conciencia por la preservación de la naturaleza en este país. Un grande de la historia reciente.

Otras cosas de niños sí han cambiado. Los dibujos animados, por ejemplo. Del angustioso Marco, de los Apeninos a los Andes hemos pasado a un Pocoyo en el que hay una evolución, unas diferencias clarísimas en la columna vertebral de la trama. Si analizamos las andanzas de Marco en busca de su madre, emigrante italiana en la emergente Argentina de hace cien años, veremos un mensaje de mucho calado, impactante, quizá excesivo. Estar separado de la madre y tener que ir a buscarla hasta la otra parte del mundo con ocho años igual es un argumento demasiado potente para el público infantil. El feliz y divertido Pocoyo parece un personaje mucho más lógico para los niños que el chiquillo italiano.

No, hoy no voy a volver a insistir en el infantilismo de esta sociedad. Aunque el ejemplo de arriba sería perfecto. Quiero hablar de la música infantil. En las guarderías siguen con el Joan Petit. Mi hijo se muere de risa con el Hola, don Pepito de los Payasos de la Tele. Igual estamos ante una brecha del sistema, como el perejil, el único producto que ha resistido el frenesí del capitalismo y todavía se regala.

Sugeriría a los productores musicales que tratasen de innovar en el espectro consumidor más joven. Pero luego lo pienso y a los niños de ahora toda la música les resulta novedosa, igual que nos lo parecía a los que lo éramos hace varias décadas. Y lo mismo ocurrirá con las generaciones futuras. Para ellos todo es nuevo y La gallina Turuleca resulta ser de lo más moderno. Ni saben ni les importa que lleve tres generaciones en el candelabro, que dijo aquella.

Con la música para adultos, desde luego, no ocurre lo mismo. Lo que estaba de moda para nuestros padres, Julio Iglesias, Rocío Jurado o Raphael, para las siguientes generaciones nos resulta tirando a casposo. Aunque ahí queda gente como Nino Bravo, Frank Sinatra o The Beatles que aún hoy gozan de un alto reconocimiento. Esto me huele a una nueva deriva hacia el temible reguetón de las narices. No, tampoco quiero volver sobre el tema.

Ahí están, para disfrute de todos, las disputas generacionales, que la música infantil se salta. Parece que los niños de ahora, cuando sean mayores, no compartirán referentes musicales salvo los de la infancia. Luego, del pasado solo quedarán los grandes, los que no se dejan barrer por el paso del tiempo y alcanzan la categoría de clásicos. Tal vez ahí se una Rosalía y algún interprete de trap. Tienen también ellos derecho a buscar sus propios referentes, a añadir dioses en el Olimpo musical. Eso está claro y no voy a añadir ningún pero. Aunque me gustaría, la verdad.

Editor de La Pajarita Roja

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