LA RUEDA

La dimensión festiva del ser humano

Henri Bouché

Henri Bouché

La semana anterior celebramos una fiesta popular dentro del orbe católico (San Juan el Bautista); y esta hemos comenzado con otra que, especialmente para nuestro entorno, no desmerece en devoción y agasajo: es la fiesta de San Pedro apóstol, ligada a la de San Pablo. Ambas contienen, como otras, una nota sustancial: la dimensión festiva del ser humano, algunas veces olvidada o no valorada en su justa medida.

Decía un autor (Odo Marquard) «que las fiestas se han de cultivar con tanta generosidad como para conseguir que las tres formas de vida que distinguía la antigua ética --vida placentera, vida práctica y vida contemplativa-- corran a sus expensas». Así, que los hombres del placer se diviertan con ellas, los prácticos hagan sus negocios y los contemplativos vivan la fiesta en su sentido fundamental. De esta manera la fiesta como complemento de la vida cotidiana. Ello indica que el ser humano necesita la fiesta.

Identidad grupal

La fiesta, como decía un antiguo profesor nuestro (San Valero, 1977), «no es un entretenimiento baladí, sino un modo científico etnológico de entender la vida de los pueblos y su salud». O, como dice Mateos (1975), «es como la expresión comunitaria y alegre de experiencias y anhelos comunes centrados en un hecho histórico pasado y contemporáneo». Forma parte integrante, por lo tanto, de la vida social con todas las vertientes sacra, cultural y social. Es una reafirmación de la identidad grupal: uno se siente más del pueblo, se constituye en comunidad y siente una liberación de las represiones cotidianas, es una ruptura con el tiempo ordinario. Es un fenómeno de catarsis, de purificación, de socialización, de prestigio, incluso donde el ser humano pierde una porción de su individualidad. Dentro de la fiesta hay multitud de funciones y dimensiones, tales como la religiosidad, la teatralidad, la espontaneidad, el sentido lúdico, el exceso en las comidas y en otros gastos suntuarios, la ornamentación, los vestidos, la danza, la música, la pirotecnia, etc.

Sigue abierto, no obstante, el porvenir de la fiesta como han planteado algunos autores; el ritmo y nuevas perspectivas del mundo laboral parecen haberla convertido en un fenómeno marginal de la vida cotidiana. Pero, por otra parte, el incremento del ocio parece desmentir tal pensamiento. La fiesta tiene demasiada historia y universalidad como para acabar con ella.

Profesor

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