A todo cerdo le llega su Sanmartín

Ya sabrá el impenitente lector de esta columna que el autor es muy aficionado a hacer exégesis de refranes o apotegmas populares. Una de estas máximas, de cronología más arcaica es: «A cada puerco le llega su Sanmartín». Su significado engloba muchos ambages. Pero el más palmario es su postulado: no queda impune ninguna mala acción, dado que velis nolis quien ha obrado mal, siempre recibe su castigo.

Desde el siglo III d.C. en que el santo fue canonizado, se celebra su festividad el 11 de noviembre, en que se llevaba a cabo la matanza de los gorrinos, para proveer de chicha los hogares, a fin de soportar la estación fría. Cabe tener en cuenta que la carne se conservaba mucho mejor en las calendas invernales que en el estío. Pero hay más, el día venía a significar, asimismo, el final del año agrícola, en el que acababan las enfiteusis de arrendamiento. 

Es evidente que la agricultura, principal ocupación bracera en el amplio lapso medieval, señalaba no solo las festividades del calendario laboral y litúrgico, sino los quehaceres del trabajo cotidiano. Los contratos de labrantío tenían una gran significación para los agricultores, porque podían verse despojados del arriendo temporal de sus fincas de labor. De ahí la multiplicidad de acepciones que puede ofrecer la frase hecha.

Cierta connotación trágica

Los puercos eran sacrificados a fecha fija y no porque hubiesen hecho algo malo, sino por necesidades de alimentar el bandullo del prójimo. Fue así que el inevitable destino de los marranos, en la fecha de conmemoración del santo, dio nacimiento al dicho, con cierta connotación trágica, pero siempre con un contenido moral. 

Bien lo refiere el Quijote cervantino, refiriéndose al del plagiario Avellaneda: «Ya yo tengo noticias de ese libro —refirió don Quijote—; y en verdad y en mi conciencia que pensé que ya estaba quemado y hecho polvos por impertinente: pero su San Martín le llegará, como a cada cerdo…».

Cronista oficial de Castelló

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