Las cuarenta

CD Castellón: la música del gol

Pepe Beltrán

Pepe Beltrán

Quina fartà de ploure!!!, se quejaba un aficionado a otro, y éste le corregía embutido en su capucha: Quina fartà de fútbol!!! En valenciano, el de verdad y no el que ha parido Vox con la ayuda de la comadrona Carlos Mazón, el término fartà no tiene únicamente el sentido peyorativo del castellano. Refiere no solo el empacho negativo, el exceso que acaba produciendo rechazo, si no también la satisfacción, y esa fue la expresión del hincha aludido a refugio del aguacero.

Tal era el gozo ante el espectáculo presenciado el domingo en Castalia que el público --¿de verdad éramos solo 12.256 espectadores?-- dejaba a un lado sus paraguas para poder tener las manos libres, aplaudir y cantar. A riesgo de que los desafinos trajeran más lluvia según marca un refrán nada empírico. Qué más daba, era agua bendita. Y, aunque llovió, se podía soportar, no era tanta su intensidad como para acabar xopats, definición mucho más contundente que el sencillo empapados del español.

Porque, para intensidad la de los jugadores albinegros, todos, porque quien no la ofrezca será relegado al banquillo cuando no a la grada. De ahí esa presión que favoreció el error visitante y nos cobramos en forma de gol, o tantas acciones en las que hasta cuatro hombres acorralaban al contrario en posesión del balón, y aquella ya exagerada del minuto 82, con dos a cero en el marcador y los nuestros empujando arriba, buscando el tercero, entre el orgasmo generalizado de un público mojado en su júbilo.

Por eso mismo no extraña que, cuando el temporal de fútbol y de mal tiempo había remitido, otro aficionado preguntara cuál era el próximo rival que visitaba Castalia. Será el Alcoyano, el domingo día 5 a las 18.00 horas, con la duda sobre si será televisado por tratarse de ¿rivalidad? autonómica y si también acudirán periodistas guiris perdidos entre los pupitres de la prensa analizando el trabajo de Dick Schreuder

En esas, Juanito, el del Restaurante Pairal --los mejores productos, con una sobresaliente preparación y a un precio justo--, me espetaba las bondades del horario cuasi nocturno del otro día para los comercios y la hostelería local. Y yo asentía, porque después de deleitarme en su casa con unas sabrosas gambas a la sal, el delicado erizo de mar, la deliciosa vieira gratinada y el suave micuit, rematado con una fideuà de escándalo y un tocino de cielo recién bajado del ídem, todo regado con cava La Finca, no se me ocurre mejor destino que Castalia para digerir tan grata fartà.

El cuento de la lechera

Solo son nueve partidos disputados y la euforia está desatada. No me atrevo a pedir prudencia y humildad ni siquiera yo, un santo Tomás del fútbol que quiere palpar las heridas cicatrizadas de tantos años de expolio y caraduras al frente de la gestión para creer de verdad que nuestro dios, nuestro club, ha resucitado. Son tantos años de vacas flacas --por seguir con los motivos bíblicos--, que parece justicia divina esperar que nos haya llegado el maná prometido. Pero, como además de fe, el balón necesita argumentos más palmarios, vayan por delante los 25 goles y los ocho triunfos cosechados hasta la fecha que ya merecen la atención del mundo del fútbol. De mantenerse el ritmo actual, se superará con creces aquel vaticinio del técnico albinegro sobre la posibilidad de alcanzar el centenar de perforaciones en la red contraria. Números de campeón, que son los del ascenso directo.

Y sin ánimo de pergeñar un remedo del cuento de la lechera, el promedio goleador en casa podría alcanzar los 60 tantos. Ya imagino a la grada bailando 60 veces el Nanana nananá, nananá nananá con que Héctor Escrig recibe cada gol desde sus dominios de la aún estridente megafonía, que para los exquisitos añadiré que se trata del Freed from desire de Gala Rizzato; todo un clásico, me soplan los compañeros de la web del periódico ante mi ignorancia, otra más, que me obliga a recurrir al tarareo simplista.