Opinión | A QUEMARROPA

La Virgen de Lidón

Estos días hemos disfrutado del centenario de la coronación de la Virgen de Lidón. Se trata de una fiesta religiosa, eso es impepinable. Pero también social y cultural. Gran parte de la ciudadanía ha vivido con fervor religioso estos actos, y otra parte lo ha hecho con orgullo de pertenencia o regocijo histórico.

La Virgen de Lidón representa el alma de la ciudad, si es que un núcleo urbano constituido por aceras, calzadas, farolas y semáforos, parques, plazas y jardines, instalaciones de saneamiento o edificios públicos y privados puede tener una.

El mundillo de la amargura local, el que disfruta protestando por todo, ha puesto el grito en el cielo por estos festejos. Sus representantes más conocidos siguen tan fuera de la realidad como siempre. Son conscientes de que estos temas unen a los vecinos bajo un objetivo común, y eso, queridos lectores, a quien vive de la división y la confrontación, le amarga la existencia.

Unidad

A mí me agradó ver a los concejales del equipo de Gobierno, el sábado por la mañana, en el camino entre la concatedral y la plaza de La Farola, acompañados por los de la oposición. Me gustó ver desfilar en paralelo a los exalcaldes Bataller y Marco. A la socialista Puerta y al nacionalista García. Al presidente de la Generalitat, a la presidenta de las Cortes, a la alcaldesa de Castellón y a tantos y tantos cargos públicos acompañando a la imagen de la virgen, camino de la plaza de la Independencia, donde fue coronada hace cien años.

¡Viva la Virgen de Lidón!

¡Viva Castellón!