Casi medio milenio después de su muerte, el almirante Cristóbal Colón vuelve a emprender un nuevo viaje. Los restos óseos que ayer fueron exhumados en la Catedral de Sevilla irán a parar a la Universidad de Granada para que un equipo científico internacional desvele, mediante una serie de pruebas genéticas, si pertenecen o no al descubridor de América.

Envuelto en una bandera española, ayer descendió de su tumba el cofre que supuestamente alberga los restos mortales de Colón, enterrados en el templo sevillano desde finales del siglo XIX. Esa es la respuesta española a una polémica suscitada por la República Dominicana en 1877 cuando fue hallada en el presbítero de su catedral una caja de plomo con una inscripción que decía contener los huesos del marinero. 126 años después, aún no se ha resulto el enigma.

Después de los del almirante, el equipo investigador exhumó también los restos de su hijo, Hernando Colón, enterrado en el mismo lugar y al que se considera pieza clave en esta investigación puesto que es el único fallecido de la saga sobre quien no hay dudas ni de su identidad ni del lugar en el que fue enterrado.

Ambos se unirán a los despojos ya desenterrados del hermano del célebre viajero, Diego Colón, para comenzar una investigación basada en la comparación del código genético de todos ellos.

VIAJE DE IDA Y VUELTA

Ante notario y con un grupo reducido de personas para evitar la contaminación de los huesos, los investigadores realizaron el inventario para su traslado al laboratorio de medicina legal de la Universidad de Granada, donde se realizará un "largo y complicado proceso", según indicó el coordinador del grupo, el genetista José Antonio Lorente. En Granada se tomarán pequeñas muestras óseas para que, en una semana, los restos de ambos difuntos puedan regresar a Sevilla.