Todos los elogios posibles --poeta de la prosa, maestro de la metáfora...-- y todos los sinónimos alusivos a su difícil carácter --hiriente, soberbio, engreído...--, figuraron ayer entre las palabras de condolencia por la muerte de Francisco Umbral, de 72 años, ocurrida en Madrid en la madrugada del martes a causa de una insuficiencia respiratoria. En el caso de este escritor, uno de los más relevantes de la segunda mitad del siglo XX, el colofón de la ristra de adjetivos que se le dedicaron fue: "Sí, pero escribía como los dioses".

La vida de Francisco Umbral se fue apagando en los úLtimos días. Antes de su muerte, el revés más serio para su salud lo había sufrido en el verano del 2003. Superó la extirpación parcial del colon y una neumonía, pero de la parada cardiorrespiratoria de ayer no se recuperó.

Por la capilla ardiente, instalada en la clínica Montepríncipe de Boadilla del Monte (Madrid), donde falleció durante la madrugada, desfilaron políticos y colegas amigos del escritor, como Mariano Rajoy, Esperanza Aguirre, Alberto Ruiz-Gallardón, Luis María Anson y Pedro J. Ramírez, director de El Mundo, donde Francisco Umbral escribía una columna diaria --anteriormente colaboró en El País y Diario 16--.

ÚLTIMA COLUMNA Francisco Umbral murió "dictando a su mujer su última columna, titulada Las uvas doradas, una metáfora que refleja "el esplendor y la juventud, temas muy comunes en su literatura", tal como afirmó por la tarde el director de El Mundo, Pedro J. Ramírez.

El director de El Mundo anunció que 100 escritores ocuparán sucesivamente el hueco dejado por Umbral, aunque "sin pretensión" de emularle ni hablar sobre él. Y, en homenaje al autor, una calle y un instituto de secundaria madrileños llevarán su nombre.

Los restos de Umbral serán incinerados hoy y reposarán en el cementerio de la Almudena junto a su hijo, muerto de niño y al que el escritor dedicó el libro Mortal y rosa.

El famoso café Gijón colgó su retrato con un crespón negro al considerarle uno de los iconos y de los tres pilares del establecimiento junto a Camilo José Cela y César González Ruano, tan admirados por Francisco Umbral.

SU IMAGEN Gafas de pasta, bufanda blanca y voz profunda dieron una imagen inconfundible de Umbral, que se formó como periodista en Valladolid, en El Norte de Castilla de Miguel Delibes, y a comienzos de los años 60 volvió a Madrid, donde había nacido, para cumplir su sueño de pertenecer al mundo literario.

Con más de 100 libros publicados y un millar de artículos periodísticos, Francisco Umbral obtuvo los más prestigiosos galardones literarios, entre ellos el premio Príncipe de Asturias de las Letras en 1996 y el Premio Cervantes del año 2000.

LA OBRA Los textos esenciales de este escritor y articulista incisivo son Mortal y rosa, que lo escribió al morir su hijo y está considerado su mejor libro. Es un texto doloroso e íntimo. En la obra Un ser de lejanías, el escritor cuenta cómo ir muriéndose es ir alejándose de las cosas, o ver cómo las cosas se alejan.

La noche que llegué al café Gijón es el libro en el que Umbral narra las impresiones de un escritor llegado a Madrid, mientras que en el título El Gioncondo, el escritor describe los ambientes homosexuales de Madrid en el tiempo del franquismo.

En marzo pasado publicó su último libro, Amado siglo XX", en el que hizo balance de su ida y de todo un siglo, mezclando memoria y literatura.