No me considero un intelectual, solamente un narrador, un amante incondicional de la fabulación". Juan Marsé marcó ayer un tono distinto en la entrega del Premio Cervantes 2008. Su prosa auténtica, humana y sin concesiones, capaz de darle al lector todos los significados de las palabras --y de las imágenes-- se impuso en el más importante acto académico de las letras españolas con un gran sentido del humor. "No hay literatura sin memoria", manifestó, después de recordar que la imaginación le ayudó en tiempos del "expolio" de las ideas. Y persistirá, añadió, para buscar "alguna forma de belleza".

El escritor barcelonés, que, en palabras de la ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, "jamás se resignará a no haber sido Clark Gable o Gary Cooper", no pudo disimular los nervios hasta que las autoridades abandonaron el paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares y se sentó a descansar con sus nietos en un banco. Quien se refirió a sí mismo como un "insoportable peliculero" en su doble acepción de fabulador y cinéfilo, estaba muy elegante con el frac de chaleco gris, rompiendo la formalidad con el primer botón de la camisa sin abrochar.