En los niños, el cambio horario “puede manifestarse en una mayor irritabilidad y en alteraciones en su alimentación, especialmente en lactantes. Los más mayores presentarán dificultades para iniciar el sueño o al despertar, aunque desaparecen a los pocos días”, dice el jefe de la Unidad del Sueño de Hospital Quirón, Gonzalo Pin. El experto recuerda que “una buena calidad del sueño permite mantener adecuadamente nuestras funciones ejecutivas; controlar nuestro humor, nuestros impulsos y nuestra capacidad de concentración”.