La naturaleza se come, literalmente, un pueblo de China
El misterio y la vegetación han devorado una localidad pesquera abandonada en la isla de Gouqi
La madre naturaleza ha reclamado lo que fue en su día legítimamente suyo en un pequeño pueblo de pescadores en Gouqi, en China. La isla pertenece a Shengsi, un conjunto de 394 islas en la desembocadura del río Yangtsé, el tercer río más importante del mundo, el más largo de China y de toda Asia, y que a su vez forma parte del archipiélago de Zhoushan.
Hace cosa de un año el fotógrafo Tang Yuhong, de Nanning, se vio atrapado por el recóndito lugar donde un día vivieron hombres de la mar y donde hoy solo quedan casas abandonadas tomadas por la hiedra. Sus imágenes -colgadas en su blog- están llenas de misterio y poesía.
LOS MORADORES SE FUERON A TIERRA FIRME
Históricamente, la gran mayoría de estas islas vivían de la pesca, pero con el paso del tiempo la producción económica cambió en Zhoushan, diversificándose, y la gente se trasladó a tierra firme para dedicarse al sector secundario y terciario.
Muchos de estos poblados de las islas Shengsi, un destino turístico muy popular y un área que cada invierno atrae a 100.000 pescadores, han ido quedándose sin sus moradores. El tiempo y la naturaleza ha hecho el resto.
Según cifras oficiales, en esta última década se han contabilizado en China 900.000 aldeas fantasmas, abandonadas por sus gentes. Nadie quiere ir ya a enseñar, a trabajar, o a vivir a estos lugares inaccesibles.
RINCONES DE RUINAS Y SILENCIO EN ESPAÑA
China no es el único país que pierde gente en el campo. En España también abundan los pueblos fantasma. Hace ya algunos años que Pilar Alonso y Alberto Gil se dedicaron a contarlos y catalogarlos en 'Pueblos abandonados' (Susaeta), una muy recomendable guía para hacer turismo rural de una manera, digamos, diferente, menos trillada. El libro recorre cerca de 80 aldeas despobladas donde abundan las ruinas y el silencio. Paisajes inquietantes que, según un estudio de los 80, se repetían en más de 2.000 localidades españolas.
El catálogo de pueblos comidos por la maleza se extiende por casi todas las autonomías, aunque son las zonas montañosas de Aragón, Lleida, Asturias, León y Soria las que encabezan la lista. Una de las causas más habituales de la diáspora hacia otros núcleos más habitables, sobre todo a partir de los años 50, ha sido la falta de luz y de agua corriente.
Tost, un caserío cercano a Organyà (Lleida), donde hoy viven cuatro habitantes, Bárcena de Bureba (Burbos), Sobrón (Álava), Garranzo (La Rioja) o Las Murtas (Murcia) son solo algunos ejemplos de paisajes donde la vegetación le ha ganado la batalla a las piedras.
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