Mi querida niña, hoy lunes, 6 de septiembre del año 2021, hace doce años que abandonaste este plano físico, porque en el mundo sutil, en el verdadero, nunca he dejado de sentirte.

Entiendo la nostalgia como ese amor que queda cuando lo que lo produce se ha ido en esta dimensión y no se puede manifestar en el plano físico, y esa dulce nostalgia me gusta, es buena, me trae paz, sosiego, esperanza, felicidad y mucho agradecimiento a Dios por ser tu padre y haber disfrutado de tu compañía 34 años, 4 meses y dos días.

Les dijiste a tus amigas que pese a la enfermedad nunca olvidarías nuestro último verano, ¡cuánto amor nos dimos! Yo tampoco olvido tu llegada al mundo aquel 4 de mayo del 1975. Un precioso día con esa luz tan especial que tiene el Aaiún aunque en el Sahara los ánimos estaban revueltos, había intereses encontrados, ya sabes: La Yema, el Plins, el Polisario, la Marcha Verde, Marruecos, Mauritania, el Tripartito, la delegación de la ONU arbitrando el referéndum, etc., etc., pero sobre todo el piquete o acto de la arriada de bandera convertido en el punto de encuentro de la comunidad.

La sonrisa que dibujaba tu preciosa carita al descubierto chocaba, pues los bebés saharauis llevaban la cara cubierta con aquella tela azul añil. Eras la protagonista en aquella plaza de las Rosas, yo mismo dejé de ser Juan Pacheco para convertirme en el padre de Marta y esto me llenó de gran orgullo.

Llegamos a Castellón y te convertiste en una preciosa jovencita. Un día que estabas muy contenta y emocionada me sorprendiste con un abrazo agradeciéndome el haber aprobado el acceso a la universidad, adjudicándome un mérito que yo no tenía, tú estabas en la universidad por tu trabajo y la vida no te fue fácil. Cuidaste a una madre enferma 25 años, viviendo su muerte cuatro o cinco veces. No conociste a tu madre con salud, si bien heredaste de ella esa alegría y sentido del humor que tanto disfrutamos. No quiero ser un obstáculo en tu camino hacia la luz, ya ves que estoy bien (después de lo del pasado 15 de julio) y con ganas de estar aquí un poco más, eso sí, me produce mucha penita la pérdida de tu Skoda, pero no pude evitarlo, me vi en la cuneta atrapado en su interior, como si pretendiera cuidarme, y de hecho lo hizo (era un buen coche). También sentí tu intervención en la paciente liberación del cinturón de seguridad, y así pude salir por la ventanilla en perfecto estado.

Desde el dulce recuerdo que nos deja la nostalgia, con todo mi cariño y toda la ilusión de encontrarte a mi regreso.

Siempre, siempre. Tu papi.