Estereotipos de género

Mujeres que desmontan estereotipos con su trabajo

Una taxista, una pintora y una maquinista compartes su experiencia en oficios tradicionalmente reservados al hombre

Profesionales en femenino,

Profesionales en femenino,

Nerea Couceiro

Los estereotipos de género en el ámbito laboral resultan ser una realidad que persiste en nuestra sociedad. A pesar de los avances en materia de igualdad de género, aún existen percepciones arraigadas que sugieren que ciertas profesiones son exclusivas para hombres o mujeres.

Estas percepciones, que son construcciones sociales, limitan las oportunidades y perpetúan la desigualdad de género en el mundo laboral. La noción de que hay trabajos “de hombres” o “de mujeres” restringe la libertad de elección y desarrollo profesional de las personas, sin tener en cuenta su capacidad o aptitud para desempeñar una determinada ocupación.

Es fundamental desafiar estos estereotipos y promover la igualdad de oportunidades en todas las profesiones. La diversidad de género en el ámbito laboral no solo es un objetivo deseable desde una perspectiva de justicia social, sino que también aporta beneficios tangibles. La inclusión de diferentes perspectivas y habilidades en los equipos de trabajo fomenta la innovación y el crecimiento.

Romper con los estereotipos de género en el ámbito laboral es un desafío que requiere el compromiso de toda la sociedad. Es responsabilidad de todos cuestionar y desafiar estas percepciones arraigadas, para construir una sociedad más equitativa y justa. Solo así podrá garantizarse que cada individuo tenga la libertad de elegir y desarrollarse plenamente en el campo laboral de su elección, sin importar su género.

En Deza-Tabeirós algunas mujeres ya sostienen esta lucha desde hace años, sin saberlo ni pretenderlo, ocupando esos puestos o desarrollando esas actividades que tradicionalmente se asociaban a hombres. Es el caso de Cristina Bascuas Pose, pintora, Esther Pintor Tojo, taxista, o Saludina Torres, al frente de una empresa de maquinaria de excavación.

Todas ellas han sido precursoras en sus campos, algunas heredando el oficio de su marido o del entorno, otras por cuestiones completamente ajenas a su pareja. Pero todas han llegado a la conclusión, a lo largo de su vida y trayectoria profesional, de que a excepción de algunas limitaciones como la fuerza física, que según Bascuas “fácilmente se puede substituir por maña”, no han tenido mayor problema a la hora de desempeñar sus funciones.

De hecho, son pocas las anécdotas que cuentan en las que los clientes a los que ofrecían sus servicios cuestionasen su eficiencia en base a su género, lo cual valoran positivamente. En este sentido, el hecho de trabajar dentro de una comunidad de Galicia relativamente pequeña, de donde proceden las protagonistas de este reportaje, ha facilitado en cierta medida que pudiesen incorporarse a un sector predominantemente masculino sin mayor complicación, puesto a menudo los clientes son vecinos y vecinas que ya las conocen. No obstante, esto no resta valor al hecho de que hayan sido pioneras en oficios reservados hasta entonces para los hombres, abriendo así camino para las nuevas generaciones.

Mujeres que desmontan estereotipos con su trabajo

Esther Pintor Tojo es natural de Vila de Cruces y le quedan a penas 21 meses para jubilarse. Empezó a trabajar como taxista hace unos 24 años, al quedarse la licencia de su difunto marido: “cuando se murió la seguí pagando por si mi hijo quería heredarla en algún momento, aunque al final eso no sucedió”. Pintor estuvo un tiempo recuperándose de la muerte de su compañero, pero una vez recompuesta y aconsejada por un familiar, comenzó a trabajar con el taxi para una mutua. “Tenía que recoger gente accidentada de esta zona y llevarla al hospital, además me pedían que el coche fuese lleno para ahorrar kilómetros, por lo que nunca me quedaba sola con los pasajeros”, comenta. Al inicio le daba un poco de miedo, pero pronto se acostumbró: “mi mayor preocupación era perder, sobre todo antes, cuando no había móviles ni cobertura”. Con todo, se lleva un muy buen recuerdo de sus años como taxista: “conocía a gente maravillosa, con algunos de ellos todavía conservo una buena amistad”. Ella tampoco se encontró con demasiados prejuicios a la hora de ejercer, pese a ser la primera mujer taxista de Vila de Cruces, pero sí recuerda una anécdota: “los padres de un joven al que fui a recoger no se fiaban de que el chico fuese seguro conmigo porque yo era mujer, y joven”.

Mujeres que desmontan estereotipos con su trabajo

Mujeres que desmontan estereotipos con su trabajo / NEREA COUCEIRO

Cristina Bascuas Pose, natura del O Foxo, A Estrada, trabaja como pintora desde hace unos 14 años. Empezó cuando su marido se puso como autónomo, después de varios años empleada en supermercados y de haber entrado en paro. “Al principio lo hice para echarle una mano, porque necesitaba personal pero contratar a alguien le salía muy caro”, dice la estradense. Empezó realizando las tareas más sencillas, como arrancar la pintura vieja, proteger los márgenes de la pared o dar retoques, pero con el tiempo fue dominando el oficio. “Ahora me subo a andamios, a tejados... no le tengo miedo a nada” señala. Bascuas ha desarrollado con los años un gran amor por su trabajo: “me permite ser creativa, siempre me gustó el mundo de la decoración y me considero perfeccionista en lo que hago”. Esto le ha permitido ganarse la confianza de los clientes, que se quedan tranquilos al verla, pues “saben que intento dejar todo mejor de lo que me he encontrado, incluso si eso significa limpiar ventanas, persianas, lámparas... los hombres no suelen pararse en esas cosas” explica. Asimismo, asegura que en su trayectoria en este sector no se ha encontrado prejuicios de género, pero sí reconoce que “cuando estoy en tejados, sobre todo la gente mayor se sorprende”.

Saly Torres tiene 52 años y lleva conduciendo una excavadora como profesión desde los 16. Natural de Callobre, desde pequeña empezó a adentrarse en el mundo de la maquinaria pesada, a través de la empresa familiar que regentaba su padre. Cuando le llegó la hora de decidir qué oficio iba a escoger, ella lo tenía claro, quería seguir con el negocio y meterse de lleno en el sector. Su selección podría haberse encontrado con la negativa de sus padres, pues “por aquel entonces, siendo mujer y tan joven, no era fácil que lo aceptasen”. No obstante, contó con todo el apoyo de sus progenitores. Desde entonces y hasta ahora ha desempeñado este empleo y reconoce que: “nunca tuve ningún problema, siempre me sentí apreciada y respetada trabajando con hombres”. Si bien sí admite que al principio, cuando era más joven: “me amedrentaba más, o si había dos palas y una la conducía un hombre y otra yo, se dirigían primero a él, pero con los años y la experiencia esas cosas se van puliendo”, comparte. Lo que más le gusta de su profesión es “ver el resultado final de las obras en las que trabajo, sobre todo los jardines”. Saly, junto a una de sus hermanas que conduce un camión, y a su cuñado, lleva ahora el negocio familiar.

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