EL ASESINO EN SERIE DE CASTELLÓN, A DÍAS DE LA LIBERTAD

JFV: El juicio del asesino ‘normal’

La Fiscalía pedía para él 163 años por cinco asesinatos, lo condenaron a 69 de los que ha cumplido 25, la pena máxima, un lustro por cada una de sus víctimas, la conclusión de la sentencia más esperada en Castellón

Imagen de archivo del juicio que condenó a JFV por los asesinos de cinco mujeres.

Imagen de archivo del juicio que condenó a JFV por los asesinos de cinco mujeres. / MEDITERRÁNEO

Castellón ha asistido a algunos juicios muy mediáticos, pero ninguno ha generado hasta la fecha la expectación que acompañó de principio a fin al que se inició el 23 de noviembre de 1999 en la Sección Segunda de la Audiencia Provincial. En el banquillo, un presunto asesino en serie.

Esa condición, la de presunto, le acompañaría sesión tras sesión hasta que el tribunal dictó sentencia y le retiró el matiz. JFV era culpable e iba a pagar en prisión por dar satisfacción a sus instintos homicidas, de acuerdo con el Código Penal del momento. Lo condenaron a 69 años de cárcelEsta semana cumple la pena máxima, veinticinco, cinco por cada una de las mujeres a las que ejecutó. ¿Cuánto vale una vida? Un precio muy bajo para las familias de las víctimas y una parte de la sociedad. El justo para un sistema que aboga por la reinserción. Pero ese es otro debate. Este fin de semana, el autor probado de los crímenes habrá cumplido con la Justicia.

Quienes asistieron a las mediáticas jornadas en las que se expusieron los hechos --se habría llenado un auditorio de darse la oportunidad por tanto interés suscitado-- conocieron de primera mano detalles de un caso que espeluznó a la sociedad castellonense y que los medios de comunicación reprodujeron día a día.

Portada del periódico Mediterráneo del día en que se conoció la sentencia.

Portada del periódico Mediterráneo del día en que se conoció la sentencia.

Los magistrados, a partir de las pruebas, concluyeron que no había ningún género de duda sobre la autoría. JFV mató a cinco personas por voluntad. Sabía lo que hacía. Era consciente de que estaba mal, aun así no frenó sus impulsos. Y puede que una de las cuestiones más inquietantes fuera cuando la sentencia concluyó que, a criterio de los expertos, JFV no era un psicópata y, por tanto, no requería un tratamiento posterior como tal. ¿Cómo justificar entonces lo que hizo? Si era una persona normal (con todos los matices que requiere el adjetivo), ¿qué le llevó a asesinar de manera reiterada? No hay sentencia que responda a eso. 

En el juicio, el acusado lo puso muy fácil. Se limitó a ratificar las declaraciones previas en las que se autoinculpó. Si el criminal admite su delito, poco más queda por hablar. Pero se habló, largo y tendido, porque cada víctima merecía un análisis individual de su causa. Lo mínimo que se les debía. Así se relató que a Sonia Rubio la recogió en su coche, al que subió por propia voluntad y que comenzó a gritar cuando se dio cuenta de que no la llevaba a casa y fue entonces cuando la amordazó. El fatal desenlace que llegó a continuación se convirtió en la primera experiencia asesina de Ferrándiz.

A Natalia Archelós, Mercedes Vélez y Francisca Salas fue a buscarlas a zonas de prostitución que, como citaba la sentencia, «conocía sobradamente». Las tres creyeron que iban a ganarse el pan como sabían o podían hacerlo. JFV buscaba en ellas otra cosa. Y la encontró. Tras golpearlas, maniatarlas y estrangularlas, las abandonó en las inmediaciones de un camino de Vila-real. Tiempo después localizaron lo poco que quedó de ellas. Su identidad quedó resumida en el caso de los cuerpos de Vora Riu.

Abusó de la confianza de sus víctimas, cada una a su manera. ¿Su motivación? Ni él mismo ha dado respuesta a esa cuestión crucial.

Su quinta víctima fue Amelia Sandra García. La conocía, así lo recogió el fallo judicial. Al final, de lo que concluyó el procedimiento se desprende que JFV abusó de la confianza de sus víctimas, cada una a su manera. ¿Su motivación? Ni él mismo ha dado respuesta a esa cuestión crucial. Solo reconoció en su momento que tras asesinarlas, cuando ya muertas dejaron de gritar y defenderse, tuvo sensación de paz.

Las supervivientes

En el mismo juicio se le imputaban los delitos de detención ilegal e intento de asesinato contra otras dos mujeres, Silvia y Lidia, sus supervivientes. Sus denuncias fueron determinantes para provocar la detención. 

Las defensas exigían que el Estado fuera responsable civil subsidiario, porque los crímenes se cometieron estando el criminal en libertad provisional. El tribunal lo desestimó.

Los magistrados establecieron otro castigo para JFV además del de privación de libertad. No hay dinero que compense una muerte, pero el sistema judicial establece indemnizaciones en estos casos y las que se le impusieron al asesino ascendieron a los 132.622.000 pesetas (unos 797.000 euros). Las defensas exigían que el Estado fuera responsable civil subsidiario, porque los crímenes se cometieron estando el criminal en libertad provisional. La sentencia descartó esa opción. Sin ellas y sin el dinero para compensar su ausencia. Doble pérdida, aunque sean incomparables.

Llama la atención un argumento de la sentencia al respecto, en el que se reconocía que JFV engañó a quienes debían preocuparse por su tutela porque «tanto por el comportamiento de Ferrándiz como penado como por su forma de ser y comportarse en libertad, ofrecía una imagen de persona normal». Un asesino en serie normal.