LA FISCALÍA PIDE CINCO AÑOS DE CÁRCEL

Un menor acusa a un sacristán del Grau de un abuso sexual

El investigado tiene una discapacidad leve y la incapacidad laboral desde joven 

Imagen del procesado, sentado ayer en el banquillo de los acusados de la Audiencia Provincial.

Imagen del procesado, sentado ayer en el banquillo de los acusados de la Audiencia Provincial. / BIGNÉ

Un hombre de 71 años, que ejercía como sacristán en la parroquia San Pablo del Grau y también como voluntario de Cáritas Diocesana, se sentó ayer en el banquillo de los acusados para responder por el presunto delito de abuso sexual contra un menor que era alumno de un taller formativo en la parroquia.

La fiscal pide para él cinco años de cárcel, mientras que la defensa sostiene que el tocamiento aislado que sufrió el menor fue involuntario. Y es que el procesado es una persona con una discapacidad intelectual, que está incapacitada para cualquier actividad laboral desde joven y que también sufre epilepsia y una enfermedad que afecta a las alteraciones motoras. Esta última patología, denominada síndrome de corea, produce movimientos abruptos y de duración breve y baja amplitud que cambia de una zona corporal a otra sin una secuencia definida. Es precisamente en ella en la que se escuda, fundamentalmente, la defensa para sostener que el ánimo del hombre no era libidinoso.

La víctima: "A mí no me gustan los juicios. Solo cuento lo que pasó"

La víctima, que en el momento de los hechos tenía 15 años, contó al tribunal --protegido tras un parabán-- la experiencia vivida y negó tener nada en contra del hombre. De hecho, ni siquiera llegó a interponer denuncia y actuó de oficio su educador y profesor del taller al que acudía. «A mí no me gustan los juicios. Solo cuento lo que pasó y solo quiero que me deje en paz», contestó el joven.

Sobre los hechos, explicó que él se dirigía a su clase de carpintería y electricidad cuando vio que «un hombre mayor estaba sentado en la iglesia y me hacía indicaciones para que fuera». El entonces menor de edad se acercó a la mesa y, entonces, mantiene que el sacristán le rozó los genitales con su mano, sin mediar palabra.

El menor dijo a su educador: "No le he pegado porque es mayor, pero si se me vuelve a acercar, lo mato"

Este, por su parte, negó estos hechos y mantuvo que le pidió ayuda al muchacho para despegar un rollo de celo, puesto que su enfermedad en las manos le impedía hacerlo por sí mismo.

El educador del niño también declaró como testigo y dijo haber creído a la víctima. «Llegó nervioso y enfadado por lo que acababa de pasar. Sus palabras textuales fueron: «No le he pegado porque es mayor, pero si se me vuelve a acercar, lo mato»», recordó el profesor a preguntas del tribunal.

Por su parte, la madre del afectado aseguró que el menor tenía «miedo» de relatar lo sucedido por si sus padres no lo dejaban regresar al curso que tanto le gustaba.

El dictámen de los forenses

A petición de la defensa, declararon también dos médicos psiquiatras, que analizaron la situación del procesado. «Tiene una encefalopatía congénita de nacimiento y alteraciones motoras. Cuando vive una situación de estrés, el acusado puede sufrir movimientos automáticos involuntarios. Presenta temblores y una baja calificación en psicomotricidad fina. Además, también tiene una capacidad de comprensión ilimitada», explicaron los doctores. 

El caso quedó ayer visto para sentencia en la Audiencia.

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