La mejor publicidad es la que hacen los clientes satisfechos. La frase es de Philip Kotler, un estadounidense considerado el padre del marketing moderno. Fernando Roig calificó el partido de su Villarreal contra el Bayern como el mejor de la historia del club. La exhibición fue tremenda en el estadio de la Cerámica, que transpiraba un ambiente similar al de otros templos del fútbol como los del Sevilla, Celtic, Liverpool, Boca Juniors, United... Fue una noche inolvidable. La marca Villarreal volvió a cotizar muy alto. Pocas acciones son tan eficaces para el branding como el enorme espectáculo que vieron millones de personas en el planeta. Me encanta todo lo que tiene que ver con la comunicación en sus diferentes ramas, léase publicidad, marketing, RSC, crisis o las relaciones públicas y aprendo cada día un poco de cada rama.
El Villarreal está trabajando muy bien en ellas. Se nota y se palpa cuando uno viaja por el mundo. Se siente cuando recibes la llamada de un periodista de un medio que no has oído en tu vida de Corea o China, entre medio español y medio inglés, te pregunta con curiosidad como se cuece este fenómeno llamado Villarreal. Como decía también Lluís Bassat «la buena publicidad vende el producto hoy y construye la marca para mañana». Es cierto que el crecimiento, la importancia del Villarreal supera con creces a la de su hábitat geográfico. Sí, como siempre les digo, la pequeña aldea gala sigue dando guerra, firme y orgullosa, humilde y fuerte.
Yo llegué el miércoles a Vila-real con una autodefensa interna. Cuando me preguntaba la gente, les alertaba de que era casi imposible la hazaña. Les asustaba con un 5% de posibilidades para el Villarreal. Era como ponerte una vacuna preventiva para generar anticuerpos defensivos. Me decían: «que derrotista eres». Sólo yo sabía que tenía una fe interna de que podía pasar lo que pasó. Y aconteció. Hasta tal punto que salí triste porque el resultado tenía que haber sido un 3-0 para ser justo. Al Villarreal siempre le falta ese punto de suerte necesaria. Sí, se rompió el gafe en Gdansk, pero resucitó en Belfast donde el Chelsea fue inferior.
Y ahora llega la vuelta en Múnich. La gesta es complicada (sigo con mi vacuna preventiva). Claro, que lo es pero tengo la misma fe que los 1500 groguets que pelearán contra 73.500 alemanes en el Bayern Arena para hacerse oír como ya lograron en Gdansk en inferioridad. Y serán también millones de aficionados en mundo, y media Alemania, los que irán con el Villarreal. Las gestas de los pequeños siempre gustan y también porque el Villarreal, como decía Kotler ha dejado a muchísimos clientes muy contentos.
Y sigo con los mensajes. El de Unai Emery después del partido ante Athletic, me llegó al alma. Sí, que un tipo que ha entrenado al Arsenal, PSG, Valencia o Sevilla te diga que con el Villarreal va a vivir el reto más grande de su carrera, es muy bonito e ilusionante. Si fuera por las horas de trabajo que le echa, la final estaría asegurada. Mientras muchos de ustedes estaban disfrutando del descanso dominical, Emery se pasó todo el día en la Ciudad Deportiva de Miralcamp preparando el partido. Casi le tuvieron que echar. Era el día de descanso de la plantilla. Su mensaje sonó alto y fuerte para todos. Me marché de la Cerámica el sábado con otro mensaje de los chicos del fondo sur en la mente: Sigamos soñando. Nos vemos en Múnich. Pase lo que pase, seguiremos soñando. La esencia del impacto es decir las cosas como otros jamás las han dicho (William Bernbach).
