El círculo finalmente se cierra. Barack Obama volvió anoche (madrugada en España) a Chicago, la ciudad donde empezó todo para despedir su presidencia con un último discurso, y poner un punto aparte a una de las carreras políticas más fulgurantes de la historia reciente, que convirtió a un político semidesconocido con Hussein como segundo nombre en algo parecido a un profeta sin barba ni báculo. Fue a orillas del lago Michigan donde celebró su victoria aquel 4 de noviembre del 2008 ante más de 200.000 personas que desafiaron la noche para escuchar su promesa de cambio. Una nueva generación, descreída y ajena a las ideologías que marcaron el siglo XX, había encontrado un motivo para creer en la política. Un siglo y medio después del final de la esclavitud, un negro ocuparía la Casa Blanca.

El Obama que volvió la pasada noche a Chicago sigue repitiendo aquello de que «el arco del universo moral es largo, pero se inclina hacia la justicia», la frase acuñada por el reverendo King. Su presidencia ha dejado notables avances respecto a los derechos civiles, pero ha perdido también docenas de batallas y ha comprobado que lo imposible no siempre es posible. Obama ha entendido los límites del poder y ha hecho las paces consigo mismo. «Al final del día somos parte de una larga historia que no se detiene. Simplemente tratamos de que nuestro párrafo nos haga justicia», le dijo al New Yorker refiriéndose a su legado.

La cita que iba a celebrarse anoche, que no era al aire libre, en aquel parque Grant del 2008, sino en McCormick Place, el mismo centro de convenciones donde se reunieron los militares de la OTAN en el 2011, era su última oportunidad para acentuar el párrafo de su legado. Un trabajo que se ha esforzado por blindar en las últimas semanas ante la operación de derribo que planea su sucesor. Sus asesores habían adelantado que hablaría de lo que ha aprendido en estos ocho años, pero que también iba a ofrecer «sus consejos» sobre «cómo hacer frente a los desafíos que presenta el futuro».

«Su intención es motivar a la gente para que se involucre y luche por su democracia», avanzó Valerie Jarrett, la confidente de cabecera de los Obama. «El discurso no se centrará en reflexionar sobre lo lejos que hemos llegado en estos ocho años, sino en mirar hacia delante y ampliar lo conseguido». Para ofrecer su última pieza oratoria, Obama podría haberse quedado en Washington, la ciudad donde vivirá hasta que su hija Sasha acabe sus estudios, pero prefirió hacerlo desde su cuna adoptiva, donde empezó a trabajar como organizador comunitario en los barrios pobres y tatuados a balazos del South Side, donde conoció a su mujer mientras hacía prácticas en un despacho de abogados y donde lanzó las primeras campañas políticas que acabaron llevándole hasta el Senado. Entre los rascacielos de la ciudad del blues también quedará su biblioteca presidencial.

Los discursos presidenciales de despedida son una vieja tradición que puso en marcha George Washington en 1796 advirtiendo sobre los peligros del partidismo. Algunos dejaron párrafos memorables, como hizo el general Eisenhower al alertar de la influencia tóxica del «complejo militar-industrial». «El potencial para el auge desastroso de un poder inapropiado existe y persistirá», dijo en 1961.

Según diversas fuentes, Obama pasó buena parte del día dando los últimos retoques a su alocución. Ahora seguirá empaquetando cajas y preparando la mudanza. En 10 días, su antítesis jurará el cargo.

ADIÓS AL ‘OBAMACARE’ / Su sucesor en la Casa Blanca, Donald Trump, llamó ayer a derogar de forma inmediata el programa de sanidad conocido como Obamacare y activar un plan alternativo.

En una entrevista mantenida con The New York Times, Trump defendió que el Obamacare ha sido «catastrófico» y confió en que el Congreso le ponga fin en los próximos días.

Su reemplazo, según el presidente electo, debería llegar «muy rápida o simultáneamente», en un plazo inferior a «semanas». El plan sanitario fue una de las grandes apuestas de la Administración de Barack Obama y ha facilitado seguro médico a millones de estadounidenses.