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Juan Pablo II, el santo apresurado

La biografía de Juan Pablo II publicada en la página oficial de la Santa Sede es hoy un largo relato, y eso que algunas páginas no se actualizan desde hace una década

Juan Pablo II.

Juan Pablo II. / Shutterstock

Irene Savio

La Iglesia católica, institución que ya supera los 2.000 años, recuerda en estos días a Juan Pablo II. El difunto Papa, que reinó durante más tiempo que nadie en la época actual, cumple este sábado diez años como santo. Juan Pablo II se llamaba en realidad Karol Wojtyla y su santificación (o canonización, en lenguaje eclesial) llegó el 27 de abril de 2014, nueve años después de su muerte en 2005. Algunos actos, de calado esencialmente religioso, se celebrarán estos días tanto en Italia (el lunes, se ha previsto también una misa en la basílica de San Pedro) como en su Polonia natal, pero sin la pompa ni el boato que acompañaron al polaco en vida. La actual, es una Iglesia que está pasando página y empieza a dejar atrás el entrelazado legado de (alabadas) luces y (criticadas) sombras del difunto pontífice.

La biografía de Juan Pablo II publicada en la página oficial de la Santa Sede es hoy un largo relato, y eso que algunas páginas no se actualizan desde hace una década. Si hubiese que ponerle un título, uno podría ser “hizo muchas cosas” o “fue el Papa de los récords”, y esto porque Wotjyla fue papa 27 años (desde 1978), visitó 104 países (estuvo cinco veces en España y una en Barcelona, en 1982), fue protagonista de multitudinarias misas, produjo una gran cantidad documentos y tuvo un indudable carisma y una atención por la geopolítica que ningún papa moderno antes había tenido. Pero también por su propia canonización que se llevó a cabo tras un costoso proceso que empezó sin que se esperaran los preceptivos cinco años después de su fallecimiento.

“Juan Pablo II fue un hombre de Dios, pero no es necesario hacerlo santo”. La frase tan contundente es de Carlo Maria Martini, el cardenal del diálogo, jesuita, y es parte de una de las deposiciones realizadas durante el proceso que elevó a Juan Pablo II a santo y que se conoció tras la muerte del italiano en 2012. En particular, Martini, indudablemente una voz progresista —al igual que el también fallecido cardenal belga Godfried Danneels, quien asimismo se expresó en contra—, reprochaba a Juan Pablo II un exceso de personalismo que, según él, había alejado a las jerarquías de las bases, apoyándose al mismo tiempo en corrientes demasiado inclinadas a la derecha.

El Opus y los Legionarios

Corrientes como la antaño influyente Opus Dei. A ellos, Juan Pablo II les había concedido el estatus de prelatura personal (una especie de institución no circunscrita a un territorio específico) en 1982, mientras que Francisco el año pasado los redujo a “asociación de sacerdotes” y degradó a su líder, despojándolo de la distinción del cargo de obispo. O como los Legionarios de Cristo, un grupo de conservadores originarios de México a los que que Juan Pablo II protegió a pesar de las graves y documentadas acusaciones de abusos (conocidas al menos desde 1997), especialmente contra su fundador, Marcial Maciel. Fue su sucesor , Benedicto XVI, quien apartó Maciel de la vida pública y luego sometió su grupo a una reforma que concluyó bajo el papado de Francisco.

Junto con la manga ancha con los ultraconservadores, la falta de atención por la pederastia por parte de Juan Pablo II ha sido, de hecho, uno de los mayores reproches contra el papa polaco en estos años, lo que llevó primero a sus sucesores, Benedicto XVI y Francisco a corregir en parte el rumbo, mientras continuaban a salir a la luz decenas de centenares de casos de abusos clericales. La lista es infinita, pero ejemplificador es el caso del cardenal estadounidense Theodore McCarrick, cuyos abusos a jóvenes fueron conocidos e ignorados por Juan Pablo II y Benedicto XVI. Y esto lo reveló, después de años de denuncias y que McCarrick fuera expulsado del sacerdocio, un informe finalmente encargado por el propio Francisco y publicado en 2020. 

El escándalo que estalló en Estados Unidos fue entonces tan tremendo que, el 13 de noviembre de ese 2020, la prestigiosa e influyente revista católica 'National Catholic Reporter (NCR)' decidió publicar un editorial en el que se pedía abiertamente a los obispos estadounidenses que "cancelaran el culto de Juan Pablo II”. Joshua McElwee, editor del NCR, que entonces formaba parte de la junta editorial que tomó esa decisión, recuerda esos días como los más duros de su carrera y como católico estadounidense en general. “Decidimos tomar esa posición porque, como editores, pensamos que, especialmente para las víctimas de abuso, esto era lo mínimo que la Iglesia debía hacer, es decir, evitar al menos nombrar iglesias o escuelas en honor a Juan Pablo II o establecer celebraciones públicas”, explica ahora McElwee.

Sinagogas y mezquitas

Un aire distinto es el que, en cambio, se empezó a percibir en la última década respecto a la Teología por la Liberación, corriente progresista abiertamente hostigada por Juan Pablo II (siendo imborrable la imagen de la reprimenda del papa polaco al sacerdote Ernesto Cardenal en 1983con el nicaragüense arrodillado en el aeropuerto de Managua). Ocurrió en momentos en los que EEUU fomentaba la expansión de iglesias pentecostales en América Latina con un enfoque anticomunista, circunstancia que resultó en una masiva migración de fieles católicos hacia estos nuevos cultos. Francisco, aunque nunca ha mostrado un entusiasmo particular por esta corriente, ha rehabilitado y levantado los castigos impuestos por Wojtyla a varios sacerdotes de este movimiento.

Pero deshacerse de este legado también ha tenido un costo. Hoy día, de hecho, “Francisco tiene problemas con la derecha, mientras que sus dos predecesores los tenían con la izquierda”, subraya el vaticanista Iacopo Scaramuzzi, que también opina que Juan Pablo II fue canonizado “demasiado rápido” y que, con él, "la historia probablemente no será indulgente". Lo paradójico, según este analista, es que “Francisco no es un revolucionario, sino un reformista que busca una evolución gradual de la Iglesia, sin que esta pierda demasiados elementos”. Una opinión que es compartida por otros, como la teóloga Cathleen Kaveny. Según ella, Francisco no busca expulsar a los conservadores de la Iglesia, pero sí ha cesado decididamente los esfuerzos por excluir a los demás.

Por otro lado, en cuanto a la geopolítica y el diálogo ecuménico con otras religiones, aspectos que Juan Pablo II valoraba y promovía, Francisco también se esfuerza por mantenerlos, entre otros a través de su amistad con el imán de Al Azhar, Ahmed al Tayeb, y su relación con comunidades judías. “Ciertamente, Juan Pablo II fue el primero en abrir la Iglesia católica de muchas maneras. Desempeñó un papel clave en la confrontación a dictaduras y sistemas represivos, tanto en Polonia, su país natal, como en el diálogo interreligioso, siendo el primer papa en visitar una sinagoga y también el primero en descalzarse en una mezquita”, puntualiza McElwee.

Derrocar el comunismo

Marco Politi, autor de obras de referencia sobre la Iglesia y sus papas, también resalta el papel de Juan Pablo II en consolidar al Vaticano como un actor de peso en el ámbito geopolítico. “Por supuesto está su activismo junto al sindicato polaco Solidaridad, que fue fundamental en la caída del comunismo en Polonia en los ochenta", dice. Tanto es así que, en una entrevista publicada en un libro en 2011, el propio Lech Walesa, jefe de Solidaridad en aquellos años, confesaría las grandes cantidades de dinero enviadas por El Vaticano a su sindicato con el fin último de derrocar a toda la Unión Soviética, también en coordinación con EEUU. "Pero también hay que recordar la oposición a la guerra en Irak en 2003. Aunque Juan Pablo II no logró detener ese conflicto, su rechazo a la guerra influyó para que EEUU no obtuviera el respaldo del Consejo de Seguridad de la ONU, en un momento en que (el entonces presidente estadounidense) George W Bush buscaba aliados internacionales”, añade Politi.

“El papa Francisco sigue hoy esa línea con su apoyo a la creación de dos estados para Palestina e Israel, y con sus llamamientos para que cese la guerra en Ucrania”, añade Politi. Una posición que también se asienta en una relación establecida a lo largo del tiempo con países como Rusia, de donde es originario el exmandatario Mijaíl Gorbachov, el gran reformador de la Rusia comunista convertido al catolicismo. De igual manera, Juan Pablo II se opuso siempre al embargo contra Cuba, criticando al mismo tiempo las vulneraciones contra las libertades, a la vez de que desafió a Estados Unidos con un viaje a Irak en el 2000, que nunca se realizó por el choque con Washington, según reveló 17 años después el propio Vaticano. “No somos el capellán de Occidente”, es lo que se ha repetido desde entonces.

La capacidad de Juan Pablo II de conectar con las multitudes, en especial con los jóvenes, su voluntad de mantener un discurso socialmente más progresista y la vocación por viajar, también son matices de la Iglesia de Juan Pablo II que siguen manteniéndose en la de Francisco. A lo que puede sumarse la impresionante cifra de beatificaciones y canonizaciones (1138 beatos y 482 santos), su estricta oposición al aborto (incluyendo su rechazo al aborto de monjas violadas durante la guerra de Yugoslavia) y a toda técnica de reproducción moderna. Todo esto también forma parte de lo mismo. Aunque con matices. Francisco ha aceptado las bendiciones a parejas del mismo sexo y ha instado al clero a no obsesionarse con la crítica al aborto, cuando la Iglesia tiene también otras batallas en curso.

El papa tambien ha acometido una evidente renovación en la estructura jerárquica de la Iglesia. Y esto no solo por el claro distanciamiento de los sectores más intransigentes, como ha ocurrido en España, sino también por el aumento de cuotas dentro del colegio cardenalicio de continentes que antaño tenían menos peso, como África y Asia. “A diferencia de Juan Pablo II, Francisco presenta una Iglesia que ya no se muestra como una realidad única, sino como una institución en la que conviven distintas corrientes, desde los más tradicionalistas hasta los más progresistas”, asevera Politi.

Se ve también en los números. Ya desde enero de 2023, el número de cardenales designados por Francisco ha alcanzado los dos tercios del Colegio de purpurados necesarios para elegir al futuro papa. El cambio es radicalmente evidente, con un aumento significativo del peso de países que anteriormente tenían escasa o ninguna presencia en el ámbito eclesiástico. De hecho, según el último censo, apenas el 12% son italianos, un grupo que antes era muy numeroso. Así, el peso de las periferias, más distantes de las intrigas y el poder de Roma, se ha fortalecido notablemente. Los cardenales creados bajo el pontificado de Juan Pablo II, además, ya son muy pocos: en concreto, 43 prelados, de los cuales solo 8 son electores y 35 no electores. 

La "curia opaca"

"Francisco ha sacudido y desmontado esa curia opaca", resume el vaticanista Scaramuzzi, refiriéndose a la estructura administrativa existente durante el papado de Juan Pablo II y de Benedicto XVI. Un claro indicativo de esta transformación ha sido la reforma del sistema bancario vaticano, iniciada por Benedicto y continuada por Francisco, especialmente en lo que respecta al IOR (Instituto para las Obras de Religión), el Banco Vaticano, que estuvo en el centro de grandes escándalos tanto en los años ochenta como recientemente. Un tema, este, que aún suscita dudas. 

Asunto aparte es el plano estrictamente personal. La decisión de Juan Pablo II de mostrar sin disimulos su larga enfermedad, por ejemplo, fue archivada ya por Benedicto XVI, que renunció a su cargo en 2013 y falleció hace dos años. Del mismo modo, Francisco ha anunciado que seguirá un camino similar si su salud se deteriora drásticamente. Incluso ha revelado que ya ha firmado una carta de renuncia en caso de que sufra alguna "discapacidad". "Ya he firmado mi renuncia. El secretario de Estado en ese momento era Tarcisio Bertone. Lo firmé y dije: 'Si sufriera una discapacidad por razones médicas o cualquier otra razón, aquí está mi renuncia'", explicó el hoy Papa en una entrevista en 2022. 

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